Capitulo Trece



Ohm ni siquiera se metió en la cama para intentar dormir.

Pasó las primeras tres noches en un sillón porque evitaba entrar en el dormitorio que había compartido con Fluke. A veces, el sueño le vencía por puro agotamiento, pero se despertaba donde había estado hacía tres meses, pero sintiéndose peor aún. Mucho peor.

No sabía cómo iba a poder funcionar sin Fluke. Él añadía color a la aburrida paleta de su vida. La casa le parecía una cárcel y su ama de llaves una funcionaria de prisiones que lo miraba sacudiendo la cabeza y chascando la lengua sin ni siquiera molestarse en ocultarlo.

De repente, el teléfono sonó. Él lo agarró rápidamente con el corazón acelerado, pero sintió una profunda desilusión al ver que era el número de su padre el que aparecía en pantalla. Lo último que necesitaba en aquellos momentos era una llamada de su padre.

Se levantó y se dirigió a la ventana.

Estaba lloviendo y el tiempo encajaba perfectamente con su estado de ánimo. Le parecería un insulto a lo que estaba sufriendo que el sol saliera y brillara en el cielo.

La llamada se cortó, pero el teléfono volvió a sonar inmediatamente. Era su padre otra vez. No le quedó más remedio que responder.

–Padre –le dijo. Nunca le llamaba papá. Llevaba sin hacerlo desde los trece años.

–He oído que tu compromiso se ha roto y quería mandarte mi más sincera simpatía. Debes de estar sufriendo mucho.

–Gracias, pero estoy bien. No estoy sufriendo –mintió.

Su padre suspiró.

–Sé que yo te hice así y lo siento.

–¿Que me hiciste cómo? ¿De qué estás hablando? Mira, no tengo tiempo ahora para esto, así que...

–Me merezco eso y más, Ohm, pero te ruego que me escuches. Siempre he lamentado necesitar el dinero de tu madrastra más de lo que necesitaba el amor de tu madre. Al final, arruinó la vida de todos. La tuya, la de tu madre, la de tu madrastra y la de tus hermanastros y la mía. No quiero que termines como yo, rodeado de dinero y de posesiones, pero sin nadie que te ame de verdad. Ellos solo aman el estilo de vida que yo les proporciono. Tu madre me amaba por lo que yo era, con todas mis carencias. Fue un regalo que desprecié y me he lamentado desde entonces.

–Tus lamentaciones llegan demasiado tarde. Mamá lleva veinte años muerta.

–Lo sé y por eso me arrepiento aún más. Pensé que estaba tomando la decisión correcta. Solo podía cuidar de ti y de tu madre y de mi otra familia si permanecía casado. Si me hubiera divorciado, nos habría arruinado a todos. Tú no te habrías podido educar en Inglaterra, para empezar. Y habría tenido que vender el apartamento de tu madre. Sopesé los pros y los contras e hice lo que pensé que era mejor dadas las circunstancias. Jamás dejé de amarte, Ohm. Me sentí avergonzado por lo que te había hecho a ti y a tu madre y eso me hizo evitarte porque sentía miedo de enfrentarme a ti. Ver en tu rostro el desprecio que sentías por mí.

–Buen discurso, pero has tenido veinte años para prepararlo.

–Mira, no cometas el mismo error siendo demasiado orgulloso para aceptar que te has equivocado. Lucha por tu amor. No dejes que se te escape entre los dedos por testarudez y orgullo.

–Mira, te agradezco que te hayas tomado la molestia de llamarme, pero...

–¿Pero no le amas? ¿Es eso lo que vas a decir?

Ohm se frotó la nuca. ¿Qué era lo que sentía por Fluke aparte de un profundo dolor en el pecho causado por su ausencia? Un vacío que le impedía entrar en el dormitorio, donde aún flotaba su aroma y veía su ropa. Tendría que mudarse de casa o enfrentarse a lo que estaba sintiendo. Lo que había hecho todo lo posible por ignorar desde el momento en el que lo conoció.

Lo amaba.

Lo amaba tanto que le había aterrorizado hasta el punto de negarlo. Sin embargo, ya no podía ocultar sus sentimientos. Tenía que decírselo y esperar que él sintiera lo mismo. Si no era así, tendría que enfrentarse a ello y darle la libertad que él le había pedido. Sin embargo, él deseaba que fuera su esposo y que estuviera a su lado durante el resto de su vida.

–Sí que le amo, papá –dijo Ohm.

Resultaba extraño que la primera persona a la que se lo decía era la última a la que siempre había pensado que se lo diría–. Lo amo y tengo que ir a buscarlo antes de que sea demasiado tarde. Ya te llamaré, ¿de acuerdo? Tal vez podríamos vernos en alguna ocasión.

–Me gustaría, Ohm –susurró su padre con un nudo en la garganta–. Me gustaría mucho.

Fluke había recogido todas sus cosas y estaba listo para tomar el tren a Edimburgo cuando se hubiera marchado del hotel. Estaba a punto de recoger su bolsa para dirigirse a la estación de tren cuando alguien llamó a la puerta de su habitación. Cuando abrió, sintió que se le hacía un nudo en la garganta.

–Ohm...

–¿Puedo entrar?

–Sí, claro –respondió él haciéndose a un lado. Vio que Ohm tenía profundas ojeras en el rostro y parecía que no había dormido en mucho tiempo–. ¿Cómo me has encontrado?

–añadió tras cerrar la puerta.

–¿Te marchas? –le preguntó Ohm al ver la bolsa de viaje sobre el suelo.

–Regreso a Edimburgo en el tren de esta noche.

–Fluke, no regreses a Escocia. Vente a casa conmigo. Por favor. No debería haber dejado que te marcharas sin...

–Ohm, ya hemos tenido esta conversación. He tomado una decisión y tienes que aceptarla. No soy el esposo adecuado para ti. Solo provocaría tristeza y sufrimiento en tu vida.

–Estoy triste y sufro sin ti –dijo Ohm–. No puedo dormir ni comer. Te echo tanto de menos... Te amo. Lo he estado ocultando todo este tiempo. Me enamoré de ti en el momento en el que te conocí, pero me he resistido a reconocerlo desde entonces. ¿Me podrás perdonar alguna vez?

–¿Me amas...? ¿Estás seguro o tan solo lo dices para salirte con la tuya?

–Supongo que me lo merezco. La primera vez que le digo a alguien que lo amo y él cree que no lo digo en serio. Te amo y quiero pasarme el resto de mi vida demostrándotelo. No puedo soportar pasar otro día más sin ti. Lo eres todo para mí. Sin ti, estoy a medias.

Fluke trató de controlar el temblor que tenía en los labios, pero no lo pudo conseguir. Los ojos se le llenaron de lágrimas, que se secó con el reverso de la mano.

–¿Por qué has esperado hasta ahora para decírmelo? ¿Por qué no me lo dijiste hace cuatro días?

–¿De verdad que solo han pasado cuatro días? –dijo él mientras le agarraba las manos y tiraba de él–. Me han parecido cuatro décadas. Fui un estúpido entonces y un estúpido aún mayor hace tres meses, cuando no hice esfuerzo alguno por encontrarte y decirte lo que sentía. Cuando nos conocimos, me quitaste el hielo del corazón. Luché y lo negué tanto tiempo como pude. Amar a alguien me aterrorizaba porque le daba a esa persona el poder de hacerme daño si me abandonaban. Eso fue lo que sentí cuando mi padre se marchó hace ya tantos años y me prometí que no volvería a experimentar ese dolor. Sin embargo, terminé perdiéndote a ti, el amor de mi vida.

Fluke le rodeó el cuello con los brazos y se apretó con fuerza contra él.

–No me has perdido, cariño. Estoy aquí. Yo también te amo. Como tú, me he estado ocultando de mis sentimientos, porque estaba demasiado asustado de que me rechazaran de nuevo, tal y como me ocurrió tantas veces cuando era niño.

Ohm lo besó apasionadamente.

Después de un largo instante, se apartó de él para mirarlo.

–Tengo algo que decirte. Ese tipo asqueroso no te volverá a molestar. Hay cargos en su contra sobre otros asuntos que le meterán en la cárcel durante un largo tiempo. No puedo garantizar que las fotografías no volverán a aparecer en el futuro, pero en esta ocasión, nos enfrentaremos a ello juntos. Ningún escándalo del pasado será lo suficientemente grande como para separarnos.

–Oh, Ohm... No sé cómo darte las gracias...

Él le enmarcó el rostro entre las manos y lo miró profundamente a los ojos.

–Cuando te marchaste la segunda vez, no me di cuenta del significado de lo que dijiste hasta más tarde. Dijiste que yo sería mejor padre sin ti como esposo. Eso me hizo darme cuenta de lo mucho que trataste de protegerme de tu pasado y que actuaste según lo que creías que me beneficiaba más. Siento no haberlo visto en ese momento. Mi padre me dijo algo similar ayer sobre la razón por la que hizo lo que hizo en el pasado. Comprendí que he estado ciego para con él también. He permitido que mi ira superara todo lo demás. ¿Me podrás perdonar alguna vez por haberte dejado marchar no una, sino dos veces?

–Por supuesto que te perdono –susurró él tras besarle varias veces en los labios–. Te amo.

–Yo también te amo. Probablemente no te puedes imaginar cuánto siquiera. Yo estoy empezando a comprenderlo y no puedo creer que estuviera tan ciego con mis sentimientos. Antes de conocerte, era como un robot, que no sentía nada por nadie. No me permitía acercarme a la gente. Sin embargo, tú lo has cambiado todo y me dio tanto miedo que lo negué. Mi testarudez ha estado a punto de arruinar nuestras vidas –dijo mientras lo estrechaba con fuerza contra su pecho–. Haré todo lo que pueda para compensarte, pero tendrás que darme cincuenta años más o menos para hacerlo. ¿Te parece bien?

Fluke lo miró con una amplia sonrisa.

–Me parece perfecto.

FIN

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