Capitulo Once



El baile se celebraba en un importante hotel de la ciudad, con unas espectaculares vistas a la Torre Eiffel y más allá. Ohm condujo a Fluke al interior del hotel, tras atravesar una nube de reporteros, cuyas cámaras no dejaban de dispararles fotos indiscriminadamente. ¿Cómo iba Fluke a poder actuar con tranquilidad y comodidad cuando no formaba parte del mundo de Ohm?

El mundo de él era el de las altas finanzas, los destinos exóticos, los eventos glamurosos y la gente aún más glamurosa.

El mundo de Fluke era el de los sórdidos y vergonzosos secretos.

Un periodista se acercó y preguntó

–Ohm Thitiwat, hemos oído rumores de que el hermoso joven que le acompaña es su futuro esposo. ¿Es eso cierto?

Ohm estrechó a Fluke contra su cuerpo.

–Sí, es cierto. Nos vamos a casar la próxima semana en Sicilia.

Fluke tragó saliva y sonrió. Trató de aparentar que estaba acostumbrado a tener cuarenta cámaras dirigidas hacia él. El periodista miró el abdomen de Fluke y preguntó.

–También hemos oído que hay que darles la enhorabuena por otro feliz acontecimiento. ¿Tiene algo que decir al respecto?

–Fluke y yo estamos encantados de que nuestro primer hijo vaya a nacer en diciembre –dijo Ohm–. Ahora, si nos excusa, tenemos que entrar.

Otros periodistas trataron de acercarse a ellos, pero Ohm llevó a Fluke al interior del hotel. Cuando estuvieron dentro, a salvo ya junto con el resto de los invitados que esperaban para entrar en el baile, Ohm agarró la mano de Fluke y le dio un beso en los dedos.

–No ha sido tan malo, ¿verdad?

–Creo que voy a tener que asistir a clases sobre cómo manejar a la prensa – comentó él con una sonrisa.

–Son gente corriente tratando de hacer su trabajo. Habrá fotos oficiales más tarde, pero, por el momento, trata de relajarte y de disfrutar la velada.

Para su sorpresa, Fluke sí que disfrutó de la noche. La comida fue el perfecto ejemplo de la mejor cocina francesa y la mesa y la decoración de la sala de baile tenía un cierto aire a la época de María Antonieta que le daba un cierto ambiente retro.

Ohm no se movió de su lado hasta que se levantó para dar su discurso. Habló en inglés y en un fluido francés sobre la importancia del cuidado de los niños en la comunidad. Las estrategias que proponía para cumplir este propósito eran prácticas y bien pensadas e Fluke se sintió increíblemente orgulloso y emocionado.

Cuando él regresó a la mesa después de un estruendoso aplauso, se inclinó sobre Fluke para darle un beso en los labios antes de sentarse. Entonces, le tomó una mano y se la colocó sobre el muslo.

–Me alegro de que hayas venido conmigo esta noche. No habría sido lo mismo sin ti.

–Has estado maravilloso. Estoy muy orgulloso de ti –susurró él mientras inclinaba la cabeza sobre su hombro.

Ohm se volvió a mirarlo. Fluke sintió una extraña sensación en el estómago. Él le acarició suavemente la mejilla con un dedo.

–¿Quieres bailar conmigo?

–Me encantaría.

Ohm lo ayudó a levantarse y lo condujo hasta la pista de baile, justo cuando la orquestra comenzaba a tocar una romántica balada. Fluke se fundió entre los brazos de Ohm y comenzaron a bailar como si fueran una única persona en vez de dos. Bailar nunca le había parecido un movimiento más fluido y elegante que cuando lo hacía en brazos de Ohm. Terminó una canción y empezó otra y después otra más hasta que Fluke perdió la cuenta. Se sentía cautivado por Ohm, por el contacto de su piel y por el aroma que emanaba de su cuerpo.

Ohm lo miró con una sonrisa.

–El próximo sábado bailaremos estupendamente el vals después de tanta práctica, ¿verdad?

Un temblor recorrió el cuerpo de Fluke al escuchar aquellas palabras. La semana siguiente a aquellas horas, ya sería el esposo de Ohm. Las dudas volvieron a asaltarlo. ¿Estaba haciendo lo correcto casándose con él, aunque él nunca le hubiera dicho que lo amara? El suyo tan solo sería un matrimonio por obligación. Ohm nunca le había dicho que lo amara e incluso le había sugerido que no era capaz de sentir amor por nadie.

¿Estaba siendo un estúpido al conformarse con lo que él le ofrecía en vez buscar el amor que deseaba?

Trató de mantener un rostro neutral, pero él debió de sentir que algo le ocurría, porque lo sacó de la pista de baile.

–¿Qué te pasa, mío piccolo? ¿No te estás divirtiendo?

Fluke sonrió para aplacar sus dudas. Tenía que dejar de preocuparse de lo que no tenía y disfrutar de lo que sí. Ohm se preocupaba por él. Estaba dispuesto a cuidar del bebé y protegerlo.

–Me lo estoy pasando muy bien y ha sido una velada fabulosa, pero me estoy empezando a sentir algo cansado.

Y enamorado. Desesperadamente enamorado.

Ohm se inclinó sobre él y le dio un beso en la frente.

–En ese caso, es hora de que abandonemos el baile y me lleve a casa a mi hermoso Príncipe.

Ohm se sintió aliviado por marcharse del baile. No le gustaban mucho los actos sociales y, en aquel momento, lo último que le apetecía era charlar con personas que ni siquiera conocía cuando la única persona con la que deseaba estar era Fluke. Lo había echado mucho de menos cuando él le abandonó hacía tres meses. El vacío que sintió al no encontrarlo a su regreso de Nueva York había sido terrible. Aquella noche, mientras bailaba con él, se había dado cuenta de que estaban en la misma onda físicamente. Le satisfacía profundamente haber sido el único amante con el que él había gozado y, en cierto modo, también era cierto a la inversa. Nunca había sentido con ningún otro el intenso nivel de satisfacción que experimentaba con él.

Cuando estuvieron ya en la suite de su hotel, Ohm lo tomó entre sus brazos y lo besó suavemente.

–Eras el más hermoso del baile.

Fluke le rodeó el cuello con los brazos. Sus ojos eran tan luminosos como dos lagos iluminados por la luz de la luna.

–Tú tampoco estabas muy mal –comentó él mientras se acercaba sugerentemente a la entrepierna de Ohm–, pero ya va siendo hora de que te quites ese elegante traje...

–Vaya, pensaba que estabas cansado...

Fluke se apretó un poco más contra él para que Ohm pudiera sentir cada deliciosa curva de su cuerpo. La pícara sonrisa de Fluke no tardó en despertarle el deseo.

–Bueno, no tanto...

Fluke se puso de puntillas y comenzó a besarle los labios. Ohm le abrió la camisa y lo empujó contra la pared. Le cubrió el trasero con las manos. El suave raso del pantalón se deslizaba por las curvas de Fluke con un sensual sonido.

–Deberías estar descansando. Te he tenido demasiado tiempo en la pista de baile.

Fluke le quitó la pajarita y la tiró al suelo. Los ojos le relucían tanto como los diamantes y zafiros que llevaba alrededor del cuello.

–En ese caso, puedes llevarme a la cama ahora mismo, pero tendrás que desnudarme primero.

–No hay problema...

Ohm tiró de su ropa hacia abajo y le dejó al descubierto el pecho. Las puntas orgullosas de sus pezones oscurecidos por el embarazo lo dejaron sin aliento. Le bajó un poco más la camisa hasta que esta le cayó a los pies, dejando a Fluke completamente desnudo a excepción de los zapatos, las joyas y un minúsculo calzoncillo de encaje. Le cubrió el pecho con las manos y gozó con su suave y blanca piel.

–Me dejas sin aliento cada vez que te miro –susurró él con voz ronca. El deseo le ardía como si fueran llamas en la entrepierna.

Fluke comenzó a desabrocharle la camisa, pero solo consiguió llegar hasta el tercer botón antes de que Ohm se hiciera cargo de la tarea. Se sacó la camisa por la cabeza y la tiró al suelo, desesperado por sentir las manos de Fluke sobre su piel, él ya se había puesto manos a la obra y le había bajado la cremallera para encontrar su deseo. Ohm tembló al sentir sus caricias. El modo en el que él subía y bajaba la mano por la columna de su masculinidad lo volvía loco de necesidad.

Le apartó la mano. Tenía la respiración entrecortada.

–Vamos a tomarnos las cosas con más cal...

–De eso nada.

Fluke le besó con pasión. Le deslizó la lengua entre los labios y prendió fuego a su sangre y a su piel. El pulso de Ohm se aceleró y el corazón rugía al ritmo de su deseo.

Él le agarró la cadera con una mano y con la otra arrancó el pequeño calzoncillo que apenas lograba ocultar la excitación de Fluke. Le acarició con las manos y después acarició el húmedo deseo con los dedos, estimulándolos rápidamente hasta que él comenzó a gritar de placer. Entonces le levantó una pierna y se hundió en él para experimentar las contracciones del orgasmo en su miembro. Eso provocó un poderoso clímax en él. Gruñó profundamente y se perdió en la tormenta de sensaciones que sacudió cada centímetro de su cuerpo.

Fluke le acarició el torso muy delicadamente.

–Eso se parece más al Ohm que conozco.

Ohm aún estaba tratando de recuperar el aliento.

–¿Qué quieres decir?

Fluke le trazó un círculo alrededor del pezón con un dedo.

–Desde que he vuelto, me has estado haciendo el amor como si yo estuviera hecho de cristal –comentó con una pícara sonrisa–. Me gusta de las dos maneras...

Un temblor recorrió el cuerpo de Ohm. Nadie podía excitarlo como él. Con una mirada de aquellos maravillosos ojos y una sonrisa era más que suficiente. Todo lo que Fluke hacía lo excitaba.

Volvió a agarrarle de nuevo las caderas y colocó la boca a un suspiro por encima de la de él.

–Veamos qué puedo hacer al respecto...

A la mañana siguiente, Fluke se despertó solo en la cama. No había nada inusual al respecto, dado que Ohm solía levantarse temprano. Se apartó el cabello del rostro y se levantó de la cama sonriendo. Hacer el amor con Ohm había sido la manera perfecta de terminar la noche. Sus cumplidos lo habían hecho gozar de placer y sus caricias lo habían enviado al paraíso una y otra vez. La noche anterior, había dejado de preocuparse de aquellas malditas fotos.

Había comprendido que era una tontería someterse a aquel estrés sobre algo que no podía controlar. Ohm le había dicho que se olvidara del asunto, dado que a él no le preocupaba. La semana siguiente a aquellas horas, ya serían esposos. Tenía que centrarse en el futuro y en su hijo, un futuro que tal vez no sería tan perfecto como él había soñado, pero sí sería seguro y estable.

Se dio una ducha y salió del cuarto de baño aún envuelto en la toalla. En ese momento, vio a Ohm con un periódico en la mano. Tenía una expresión inescrutable en su rostro, pero había algo en él que hizo que Fluke se echara a temblar.

–Te has levantado muy temprano...

–Fluke, quiero que me prometas una cosa.

–¿Qué-é?

–Prométeme que no vas a mirar los periódicos ni la prensa online hasta que esto pase. ¿De acuerdo?

Fluke sintió como si una fría mano le hubiera apretado el corazón.

–¿Esto? –repitió. Entonces, miró al periódico que él tenía en la mano–.

Dios... las fotos...

–Tienes que dejar que sea yo el que se ocupe de esto, caro. Confía en mí.

Yo me ocuparé de todo y tú nunca más volverás a sufrir esta humillación. ¿Comprendido?

La determinación en el tono de su voz lo tranquilizó. La promesa que Ohm acababa de hacerle era tan maravillosa como si le hubiera dicho que lo quería. ¿Acaso no demostraba eso lo mucho que Fluke le importaba? ¿Por qué se preocupaba de que él no le dijera las palabras que cualquiera podría decir, pero no siempre respaldar con sus actos?

–¿Lo harías por mí? –le preguntó con un hilo de voz.

Ohm arrojó el periódico a la basura y se acercó a él para tomarlo entre sus brazos.

–Siento que esto haya ocurrido, pero lo superaremos. No hables con la prensa, pase lo que pase. Eso solo añadirá leña al fuego.

–Lo siento mucho... lo sien... de verdad –susurró Fluke con los ojos llenos de lágrimas.

Ohm le besó la frente.

–Tú no eres quien debería estar disculpándose. No descansaré hasta que se haga justicia. Tienes mi palabra.

Fluke necesitó toda su fuerza de voluntad para pasar por delante de la papelera y no sacar el periódico, para no consultar nada en internet e incluso más aún para dirigirse al aeropuerto con Ohm y no hacer caso a las hordas de periodistas que les esperaban por donde quiera que fueran. Sin embargo, no pudo evitar escuchar las preguntas que los reporteros les hacían como si fuera una rápida descarga de ametralladora. Cada pregunta le hería como si fuera una bala. Sentía que la vergüenza le atenazaba, hundiéndolo de manera que casi no podía ni andar.

Ohm tenía un brazo sobre sus hombros, protegiéndolo de los paparazzi.

–No respondas. Yo estoy contigo. No tienes nada de lo que sentirte avergonzado, caro. Son ellos los que deberían estar avergonzados, no tú.

Ohm tenía un aspecto tranquilo y controlado, pero Fluke sentía la ira tan intensa que le atenazaba. Sintió pena por quien hubiera publicado las fotos. Fluke le había dado todos los detalles que podía recordar del hombre que dirigía el club y Ohm ya había puesto la maquinaria legal en movimiento. Sabía que él lucharía costara lo que costara. Por primera vez, Fluke pensó que tal vez habría la posibilidad de que pudieran superar todo aquello. Ohm estaba a su lado y lo apoyaba.

Cuando estuvieron por fin en el coche que les estaba esperando, Ohm le agarró la mano y se la llevó a los labios para besársela.

–Juntos superaremos esto, mio piccolo. No voy a permitir que nadie te haga daño. Estás a salvo conmigo.

A salvo. Eso era algo que Fluke nunca había experimentado antes.

–No tienes ni idea de lo mucho que eso significa para mí –dijo Fluke lleno de gratitud.

Su corazón estaba tan lleno del amor que sentía hacia él que le sorprendió que Ohm no se percatara. ¿Qué importaba que él no lo amara? Él tenía suficiente amor para ambos. Tal vez, con el tiempo, Ohm llegara a amarlo. De lo que estaba seguro era de que amaría a su hijo.

Por fin llegaron a Mondello, pero el coche aún no se había detenido frente a la puerta de la casa cuando Concetta salió corriendo de la mansión con un gesto de preocupación en el rostro.

–Signor, debe usted darse prisa. Acaban de llevar al hospital a la signora Bavetti.

Fluke sintió que el alma se le caía a los pies. ¿La nonna de Ohm estaba enferma?

Ohm salió del coche con un gesto de tensión en el rostro.

–¿Por qué no me ha avisado nadie antes?

–María, su ama de llaves, acaba de llamar ahora mismo –contestó Concetta–. La acaban de llevar al hospital privado de Palermo, donde fue la última vez que se cayó.

–¿Se ha vuelto a caer?

–No –respondió Concetta mirando a Fluke–. Estaba leyendo algo en su tableta cuando se sintió indispuesta de repente.

Fluke sintió que se le hacía un nudo en el estómago. ¿Había visto la abuela de Ohm el escándalo sobre su pasado en la prensa? ¿Era culpa suya la enfermedad de la abuela de Ohm? Lo miró a él y se agarró con fuerza el pecho. Su pasado no iba a dejarlo en paz nunca. Siempre iba a perseguirlo.

–Quédate aquí, caro –le dijo Ohm mientras le tocaba suavemente el brazo–. Tienes que descansar. Te llamaré cuando haya descubierto cómo está.

Fluke le agarró la muñeca. Tenía los ojos llenos de lágrimas.

–¿Por qué no puedo ir contigo? Quiero apoyarte...

La sombra que se reflejó en la mirada de Ohm solo estuvo allí unos minutos antes de que él parpadeara. Sin embargo, permaneció lo suficiente como para que Fluke comprendiera que no tenía lugar a su lado. No podía estar con él junto a la cama de su abuela dado que había sido su escándalo lo que había causado el colapso de su abuela.

–No, Fluke. Debes quedarte aquí y descansar –afirmó sin posibilidad de resistencia–. No hay nada que puedas hacer en estos momentos.

«Sí, claro que lo hay», pensó Fluke con el corazón afligido. «Y debería haberlo hecho mucho antes».

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