Capitulo Diez



Unos minutos más tarde, Fluke se puso de espaldas a Ohm en el dormitorio para que él pudiera ayudar a desvestirlo. Él le desabrochó los botones muy lentamente, plantando un suave beso en cada vértebra de su espina dorsal. Fluke tembló de placer.

El deseo que sentía por él ya le había acelerado el pulso al máximo. Su ropa cayó de los hombros y a continuación fueron los pantalones de las caderas, para terminar, cayendo a sus pies. Ohm le sacó la camisa e hizo que se diera la vuelta. Se dio un festín admirando su cuerpo ahora más redondo.

–Tu cuerpo cada vez es más hermoso. No tenía ni idea de que el embarazo podría ser tan sexy –susurró mientras levantaba las manos para cubrirle el pecho, acariciándolo con exquisita habilidad.

A Fluke le temblaban las piernas. Se sentía ebrio con sus caricias y mareado de deseo. Le dedicó una triste sonrisa.

–Tal vez no te resulte tan sexy dentro de unas pocas semanas.

Ohm le tomó el rostro entre las manos y le dio un beso en los labios.

–Tú siempre serás sexy para mí. Nunca he tenido un amante más excitante. Despiertas en mí deseos que ni siquiera sabía que tuviera.

–Pues te diré un secreto.

–¿Otro más? –le preguntó él mientras dejaba caer las manos hasta las caderas.

Fluke sonrió y le rodeó el cuello con los brazos.

–No es esa clase de secreto. Nunca había sido capaz de tener un orgasmo con un hombre antes. Solo contigo.

–¿De verdad? ¿Y por qué no me lo habías dicho antes?

Fluke se encogió de hombros y comenzó a desabrocharle los botones de la camisa.

–Supongo que estaba avergonzado.

–Pues no tienes necesidad alguna de estarlo, caro. Conmigo no.

Fluke sonrió.

–Pensaba que era un inútil en el sexo, pero ahora me doy cuenta de que no tenía la química adecuada con los otros.

–¿Cuántos? –le preguntó él con expresión sombría, como si le asqueara pensar que él había estado con otros hombres.

Fluke levantó las cejas.

–Espero que no vayas a tener un rasero diferente conmigo. Has tenido muchos amantes. ¿Por qué no iba a haberlos tenido yo?

En realidad, no se podía decir que Fluke hubiera tenido muchos amantes. La cifra no superaba los dos dígitos.

–Tienes razón. No tengo ningún derecho a estar celoso.

–¿Y lo estás? –le preguntó Fluke con una sonrisa–. ¿Lo estás admitiendo?

Ohm se sonrojó ligeramente.

–No me gusta pensar que otros hombres te hayan tocado como te toco yo – admitió. Su voz era un profundo gruñido que lo hizo temblar por dentro.

Fluke le dio un beso en los labios y sonrió.

–Pues deja de preocuparte. Solo he tenido otros dos amantes y ninguno de ellos era tan maravilloso como tú.

Ohm volvió a colocarle las manos en las caderas y tiró de él para acercarlo a su cuerpo. La columna de su erección provocó una oleada de deseo por todo el cuerpo de Fluke.

–¿Qué les pasaba a esos hombres que no te satisfacían? Eres el amante más activo que he tenido nunca.

Fluke le dio un beso en los labios.

–No eran tú... Eso era lo que les pasaba.

Ohm le devolvió el beso con un profundo gruñido. Le deslizó la lengua entre los labios para enredarla con la de él en un sensual duelo que le provocó a Fluke fuegos artificiales por todo el cuerpo. Él sintió la excitación sexual de Ohm y sintió que lo más íntimo de su ser se tensaba de expectación.

Siguió desabrochándole los botones de la camisa, depositándole un beso en cada parte del torso que dejaba al descubierto. Cuando terminó, se la quitó de los hombros y se puso manos a la obra con los pantalones. Los ojos de Ohm se oscurecieron de deseo y él contuvo el aliento cuando Fluke comenzó a deslizarle los dedos por la firme columna de su excitación. él se puso de rodillas ante él y, lo dejó al descubierto para poder torturarlo con labios y lengua. Ohm hundió los dedos en su cabello, como si pensara que las piernas no le iban a sostener. Los gemidos y la pesada respiración eran una delicia para Fluke, que lo animaba a continuar su exploración, disfrutando el poder que le daba ver a Ohm reducido al mismo nivel de anhelo que al que él le había llevado a él. Aquel era el equilibrio de poder que él ansiaba, saber que él lo deseaba tanto como seguir respirando.

De repente, él lo apartó de su lado con un gruñido de desesperación.

–Detente. No puedo soportarlo más. Quiero estar dentro de ti.

Aquellas palabras provocaron en Fluke un temblor por todo el cuerpo. Se puso de pie y lo condujo a la cama. Se quitó los calzoncillos y Ohm se despojó de los pantalones y de los zapatos, quitándose calzoncillos y calcetines cuando estuvo en la cama junto a él.

Besó inmediatamente uno de los pezones de Fluke, acariciándoselo, lamiéndolo hasta convertirlos en tensas y anhelantes prominencias. Se deslizó por su cuerpo, dejando un rastro de pasión y deseo sobre su carne hasta que consiguió que Fluke se retorciera y gimiera en voz alta para que él se acercara y le diera por fin lo que tanto deseaba.

–Quiero saborearte también –dijo él con la voz ronca por el deseo mientras se inclinaba sobre su cuerpo para reclamar su premio.

Fluke le agarró el cabello.

–No. Te quiero dentro de mí. Ahora mismo.

Ohm le dedicó una pícara sonrisa.

–Pídelo por favor.

–Por favor, Ohm. Hazme el amor. Por favor, por favor, por favor...

–Será un placer.

Se colocó encima de él, enredando las piernas con las de Fluke.

Ohm se hundió en él con un gruñido gutural y, entonces, los movimientos comenzaron a ser rápidos, febriles y frenéticos. Fluke gozaba con el ritmo que él imponía, acompañándolo y dándole la bienvenida con un gemido de placer. Le agarraba el tenso trasero para sujetarlo contra él, desesperado por alcanzar la liberación a medida que las sensaciones le recorrían el cuerpo en oleadas calientes y vibrantes.

Con un ligero roce de dedos sobre el centro de su cuerpo, Ohm consiguió que él despegara. Su cuerpo se dejó llevar por un orgasmo poderoso. A los pocos instantes, él lo acompañó con un profundo gemido de liberación, de desesperación. Su cuerpo temblaba con las oleadas de placer que se iban abriendo paso a través de su cuerpo.

Fluke lo sujetó con fuerza, acariciándole la espalda y los hombros, gozando al ver que él tenía la piel de gallina.

Fluke era la causa de aquella reacción. Lo había desatado con sus caricias, con su cuerpo. Con su amor.

¿Cómo podía decir que aquello era sexo? Era hacer el amor. Fluke llevaba haciendo el amor con él desde el principio. Por eso el sexo había sido tan incómodo con otras personas. él no había podido entregarse, sentirse lo suficientemente cómodo como para expresarse físicamente. Había necesitado que el vínculo fuera más profundo, más fuerte y que tuviera más significado que simplemente ser el de dos cuerpos dándose placer.

¿Y qué vínculo podía tener más significado que el amor?

Ohm se apoyó sobre un codo y comenzó a acariciarle perezosamente el cabello.

–Después de que te marcharas, no dejé de pensar en ti ni un solo día. Todos los días. Y sus noches –confesó–. Estaba furioso contigo, pero, con el tiempo, me di cuenta de que en realidad estaba furioso conmigo mismo.

–¿Por qué?

Ohm le agarró una mano y se la llevó a los labios para besarle cada una de las yemas de los dedos.

–Nunca antes había conocido a nadie como tú. Alguien a quien no impresionara mi dinero o los regalos que compraba o los lugares a los que íbamos. Me gustaba eso sobre ti. Me impresionaba y, créeme, resulta difícil impresionarme. Estaba furioso porque... me dolía perderte. No me había sentido así antes. No me permitía nunca invertir en relaciones donde pudiera haber una posibilidad. Yo no corría esa clase de riesgos.

–Pero conmigo sí lo hiciste –susurró él, conteniendo a duras penas sus esperanzas. ¿Estaba él a punto de decirle que lo amaba?

Ohm se inclinó sobre él y le dio un delicado beso sobre los labios.

–Deberías venir con advertencia. Manejar con cuidado –bromeó.

Sin embargo, sus ojos eran profundos y brillantes.

–Lo mismo digo...

De repente, Ohm volvió a fruncir el ceño.

–Me preocupo por cuánto ha cambiado tu vida por esto –le dijo él tras colocarle la mano sobre el vientre–. Por nuestro hijo. Tú eres el que ha tenido que realizar más ajustes en su vida hasta ahora y, seguramente, así seguirá siendo.

Fluke colocó la mano sobre la de él y sonrió.

–Pero tú me acompañarás en todos ellos, ¿verdad?

–No lo dudes, caro mío.

Entonces, ¿por qué seguía él dudando? No dudaba de que lo fuera a apoyar durante el resto del embarazo y más allá, pero ¿y el amor? ¿Y el sentimiento especial que dos personas sienten la una por la otra y que puede llegar a durar toda la vida? El sentimiento especial que Fluke sentía por él y que había sentido desde el primer momento que lo conoció.

El amor eterno.

Se preguntó si debería correr el riesgo de decirle lo que sentía. Sin embargo, cada vez que le había confesado a alguien sus sentimientos, había terminado mal cuando era una niño. Por eso, a lo largo de los años, se había enseñado a ocultar y a no sentir. Decirles a los primeros padres de acogida lo mucho que los quería había sido su primer error. A los pocos días, lo habían trasladado a otra casa para vivir con otros desconocidos.

Desconocidos que, a su vez, habían evocado también sentimientos de gratitud, que había hecho que él les dijera también que los quería.

Volvieron a trasladarlo. Una vez y otra.

Como persona adulta, sabía que así era el sistema. Los niños no siempre se quedaban mucho tiempo en una casa debido a que otros niños necesitaban acogidas urgentes, pero, de niño, le había parecido que no era digno de que nadie lo quisiera.

Ohm le deslizó un dedo entre las cejas y por el puente de la nariz.

–¿Por qué estás frunciendo el ceño?

Fluke le agarró la muñeca y apartó la mano de su rostro.

–Tengo que ir al cuarto de baño. Lo siento.

No estaba preparado para decírselo. No podía decírselo y correr el riesgo de que él lo rechazara o peor aún, que le recordara que no era digno de ser amado.

Ohm se levantó de la cama y le ofreció una mano para ayudarlo a levantarse.

–¿Te encuentras mal?

Fluke ignoró la mano y se levantó solo de la cama.

–Estoy bien, Ohm. Es que necesito hacer pis.

«Y necesito estar a solas para poder poner mi delatora lengua bajo control».

El ruido de la cerradura que hizo la puerta del cuarto de baño al cerrarse le pareció a Ohm, en cierto modo, una bofetada. Se mesó el cabello y se volvió a mirar la cama. Se inclinó y estiró las sábanas y deseó poder hacer lo mismo con sus pensamientos. ¿Por qué le había dicho que se había sentido herido cuando él se marchó?

¿Herido? No. Ese no era un sentimiento que se hubiera permitido sentir nunca. Otra palabra que había borrado de su vocabulario. Se había asegurado de que no le importaba nadie lo suficiente como para nunca sentirse herido.

Sin embargo, de alguna manera, después de disfrutar del buen sexo, había revelado cosas sobre sí mismo que no le había contado nunca a nadie. Hacer el amor con Fluke producía un extraño efecto en él y lo había hecho desde el principio. En los instantes después del orgasmo, cuando su cuerpo se sentía relajado y saciado, bajaba la guardia. La cámara acorazada que protegía su corazón desarrollaba una pequeña fisura y dejaba pasar un rayo de luz. Era en ese breve instante cuando se sentía más vulnerable.

No le duraba mucho porque él no lo permitía, pero tan solo el hecho de pensar que ese pensamiento estaba acechando, esperando otra oportunidad de sorprenderle, resultaba increíblemente turbador.

Unos días más tarde, Fluke y Ohm volaron a París para la cena benéfica.

Se alojaron en la suite del ático que él tenía en el exclusivo Saint Germain. Le había organizado citas con la estilista para que le realizara tratamientos de belleza y se había gastado una fortuna en un traje para embarazado. El glorioso traje azul oscuro dejaba que su cuerpo estuviera cómodo y se ceñía a su figura como si se tratara de un guante. Fluke no podía evitar pensar que cualquier príncipe de cuento de hadas habría sentido envidia.

A pesar de todo, Fluke presentía que cada vez le quedaba menos tiempo para que estallara la bomba. En cuanto se supiera que se iban a casar, lo que seguramente ocurriría después de un evento tan importante como aquel, su vergonzoso pasado quedaría expuesto a la mirada del público. El impacto que tendría en Ohm y en su reputación sería muy importante. Por no hablar del impacto en él.

Estaba sentado frente al espejo de la cómoda, dándose los últimos toques a su rostro. Estaba esperando que Ohm fuera a recogerlo para ir al baile. Había tenido que bajar un momento a hablar con el gerente del hotel, pero no tardaría en regresar.

Minutos más tarde, oyó que la puerta se abría y sintió que Ohm se dirigía al dormitorio. Cuando llegó, Fluke lo miró a través del espejo.

–¿Va todo bien con tu gerente?

–Sí, todo bien –respondió él con una sonrisa. Entonces, sacó un estuche de joyería que llevaba en el bolsillo interior del esmoquin–. Tengo algo para ti.

Fluke se puso de pie y lo miró con desaprobación.

–No tenías que bajar a hablar con nadie, ¿verdad?

Ohm sonrió y le entregó el estuche.

–Tuve que pedirle que me abriera la caja fuerte.

Fluke tomó el estuche y levantó la tapa para poder admirar un impresionante colgante de zafiros y diamantes con un pendiente largo a juego.

–¡Dios mío! Son divinos....

Absolutamente maravillosos.

–Como su dueño.

–Me da miedo ponérmelos por si los pierdo... –comentó mientras acariciaba suavemente los delicados diamantes y los hermosos zafiros.

–No te preocupes. Los aseguré hace tres meses.

–¿Habías comprado estas joyas antes de que me marchara?

Los ojos de Ohm reflejaron una mirada extraña. Se encogió de hombros.

–¿Y qué? Es solo un regalo que compré cuando estaba en Nueva

York.

¿Solo un regalo? Pues se trataba de un regalo muy caro. ¿Qué significaba?

Fluke miró las hermosos joyas y tragó saliva.

–No sé qué decir...

–Pues «gracias» sería lo más adecuado –comentó él, con un tono de voz que provocó que lo mirara de nuevo a los ojos.

–Oh, Ohm... Es el regalo más hermoso que he recibido nunca.

Muchas gracias. Siento no haber estado en tu casa cuando regresaste de Nueva York. No me extraña que te sintieras tan enojado conmigo.

–No era por eso –dijo él. Entonces le quitó el estuche de las manos a Fluke–. Ven, deja que te los ponga. Date la vuelta.

Fluke se puso de espaldas a él. La piel le tembló delicadamente cuando los dedos le tocaron la piel mientras le abrochaba el collar. Los zafiros hacían destacar los ojos de Fluke y él nunca se había sentido más hermoso ni más anonadado. Ohm le había comprado regalos antes, muchos regalos hermosos y caros, pero aquel era diferente. Fluke no era experto en joyas, pero resultaba evidente que aquel conjunto valía una fortuna. Y él se lo había comprado hacía meses.

Ohm le entregó el pendiente y le ayudó a ponérselo, esperando que él se los colocara bien. Entonces, sonrió.

–Te sientan muy bien.

–Muchas gracias. Serán siempre un tesoro para mí, pase lo que pase.

Ohm se inclinó sobre él para darle un beso en la nuca.

–Es mejor que nos demos prisa. Si no, sentiré la tentación de ver qué es lo que llevas puesto debajo de ese traje.

Fluke se echó a reír.

–Pues no mucho...

Los ojos de Ohm se prendieron de un profundo deseo. Deslizó la mano suavemente por el trasero de Fluke.

–Eso es lo que me había parecido...

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