Capitulo Siete



Después de tomar un almuerzo ligero en un café, Ohm condujo los setenta y tantos kilómetros que los separaban de la histórica ciudad costera de Marsala. La hermosa casa de Lucia Bavettii estaba situada no muy lejos de la plaza principal. Una callada ama de llaves llamada María les abrió la puerta y los hizo pasar antes de desvanecerse rápidamente como una sombra. Ohm rodeó la cintura de Fluke con el brazo y lo condujo hacia el lugar en el que la anciana los estaba esperando.

El grandioso salón, con sus antiguos muebles, daba la impresión de formar parte de una cápsula temporal. Fluke se sintió completamente fuera de lugar. Había ciertas concesiones a la modernidad, como el hecho de que la anciana estuviera sentada en un sillón anatómico, rodeada de libros, periódicos, una tableta, el mando a distancia de la televisión y un teléfono. Daba la impresión de que se pasaba la mayor parte de su tiempo allí. Tenía un andador a mano y un gato tricolor estaba acurrucado, completamente dormido, en el sofá. Al sentir su presencia, el animal abrió un ojo, lanzó un ronco maullido y se volvió a dormir.

Los ojos oscuros de Lucia observando atentamente el abdomen de Fluke antes de que Ohm pudiera realizar las presentaciones.

–Vaya, veo que has traído a tu último amante para que me conozca.

–Fluke no es mi amante, nonna. Es mi prometido –dijo Ohm con firmeza mientras rodeaba la cintura de Fluke con gesto protector.

La anciana levantó la barbilla y lo miró con desaprobación.

–¿Y cuándo es la boda? Espero que más pronto que tarde.

–El sábado de dentro de dos semanas –dijo Ohm–. Me gustaría que vinieras.

Lucia gruñó a modo de respuesta y les indicó el sofá.

–Sentaos, pero tened cuidado con Taddeo. Me duele el cuello de mirar hacia arriba.

Cuando estuvieron sentados en el sofá junto al gato, la anciana centró su atención en Fluke.

–Mi nieto me ha dicho que eres artista. ¿Eres bueno?

–Bueno... No estoy seguro de que sea yo la persona más idónea para responder –dijo él mientras acariciaba delicadamente al gato, que empezó a ronronear sonoramente.

–Es muy bueno –dijo Ohm–. Le he pedido que te haga un retrato para tu noventa cumpleaños. Tendrás que sentarte para él varias veces.

Lucia lanzó un bufido.

–Eso es lo único que hago todo el día, estar sentada. Mis piernas ya no hacen lo que yo quiero que hagan. Me tropiezo aun cuando no hay nada con lo que tropezarse.

–Debe de ser muy frustrante para usted –comentó Fluke.

Lucia miró a Taddeo, que se había puesto de costado para que Fluke pudiera acariciarle la tripa.

–¿Cuántos días necesitarás que pose?

–Dos o tres para empezar –contestó él–, pero también puedo hacer fotos para poder trabajar. Sin embargo, me gusta trabajar con la persona a la que le hago el retrato. Cuando observo sus gestos y expresiones, me ayudan a definir su carácter.

La anciana se colocó las manos en el regazo, como si acabara de tomar una decisión.

–¿Cuándo te gustaría empezar?

Fluke no quería decirle que ya había empezado. Desde el momento en el que entró en el salón, había estado observando a la anciana, absorbiendo detalles de su personalidad. Lucia Bavetti se presentaba como una mujer crítica y estricta, de la vieja escuela, que no soportaba a los necios, pero, sin embargo, Fluke pudo ver retazos de la joven y la niña que había sido antes de que las vicisitudes de la vida la endurecieran de aquel modo.

–Podría hacer algunas fotos con el teléfono hoy y luego organizar una hora para venir a hacer un posado más formal.

–¿Y no tienes una boda que planear?

–Bueno... no va a ser una boda muy grande... –comentó Fluke.

–Me estoy ocupando yo –afirmó Ohm–. Además, trabajar en tu retrato será una agradable distracción para Fluke, ¿verdad, caro?

Fluke sonrió débilmente.

–Una distracción me vendría bien.

Terminaron quedándose en casa de la abuela más tiempo del que Ohm había esperado, pero Lucia insistió en servirles un refrigerio que María, el ama de llaves, había preparado. Sin embargo, dado que tenía una sorpresa para Fluke, que se estaba preparando en su casa mientras los dos estaban fuera, Ohm no tenía prisa y disfrutó con el café y los pasteles.

Cuando por fin se despidieron, Ohm condujo a Fluke al coche.

–Ha ido muy bien, creo. Le gustas.

–¿De verdad? –le preguntó él muy sorprendido.

–Te ha gustado el gato y al gato le has gustado tú. En lo que se refiere a mi nonna, con esto basta. Adora a ese gato.

Fluke sonrió y se sintió mucho más relajado.

–Me gusta tu abuela. Aparenta ser una mujer muy dura, pero tiene un lado sensible que se esfuerza mucho por ocultar.

«¿Un rasgo familiar?». Ohm apartó aquel pensamiento. Él no tenía problema alguno en mostrar su lado más sensible cuando la ocasión lo exigía, pero no iba a permitir en modo alguno que los sentimientos nublaran su buen juicio. Al menos, otra vez. Le abrió la puerta a Fluke y lo ayudó a colocarse el cinturón.

–Gracias por ser tan paciente con ella. La reunión podría haber ido muy mal.

Cuando ya estuvieron de camino, Fluke se giró para mirarlo.

–¿Se parecía tu madre a tu abuela? En temperamento, me refiero.

En ocasiones, a Ohm le costaba hablar de su madre sin sentir dolor por cómo había resultado ser su vida. Separada de su madre, engañada durante años por un hombre que afirmaba amarla, pero que no fue capaz de abandonar un matrimonio de conveniencia por él, y terminar después muriendo de cáncer el año después de verse rechazada por el amor de su vida.

–En temperamento no. Ella era muy blanda. Se daba demasiado a otras personas, a mi padre en especial.

–¿Crees que tu padre la amaba?

–Mi padre es incapaz de amar a nadie más que a sí mismo

–replicó él con amargura–. Mi madre quería una vida diferente, pero no tuvo el valor de luchar por ella. Se dejó llevar durante años por las promesas vacías de mi padre, esperando que un día él abandonara a su mujer y formalizara por fin su relación. Ella lo hizo por mí. Como la mayoría de las madres, quería lo mejor para mí, aunque ello significara sacrificarse.

Desgraciadamente, no vivió el tiempo suficiente para ver cómo se cumplían sus deseos. Tampoco podrá conocer a su nieto.

Miró a Fluke vio que él se estaba mordiendo los labios, sumido en sus pensamientos o en sus preocupaciones. ¿Estaba comparando la situación de la madre de Ohm con la suya propia, viendo similitudes que no existían?

Le agarró la mano y se la colocó en el muslo.

–Deja de preocuparte –le aseguró–. Yo no soy como mi padre. Te he hecho una promesa a ti y a nuestro bebé y no pienso romperla.

Fluke sonrió ligeramente.

–¿Cómo se llamaba?

–Gabriélle.

–Si tenemos una niña, si quieres podríamos llamarla como tu madre.

Ohm lo observó. La mirada de Fluke era cálida y afectuosa, llena de compasión. Él comprendió de repente que su madre lo habría adorado.

–¿No te importaría?

–Por supuesto que no –respondió él, con una sonrisa que podría iluminar

un día nublado–. Es un nombre precioso, aunque podría ser que tuviéramos un chico y supongo que no le querrás poner el nombre de tu padre.

–De ninguna manera.

Se produjo un largo silencio entre ellos, roto tan solo por el sonido de los coches que pasaban por la carretera.

–Tu madre tampoco podrá conocer a su nieto –le dijo Ohm.

Fluke se miró las manos. No dejaba de tocar el anillo de compromiso.

–No, pero eso probablemente sea bueno. No era una madre concienzuda. Si no se hubiera quedado embarazada de mí, no creo que hubiera tenido hijos.

Ohm no quería ni pensar lo que Fluke había tenido que soportar de niño. Se merecía mucho más y él haría todo lo que estuviera en su poder para asegurarse de que lo tenía y que compensaba todo lo que se había perdido. Era una persona muy fuerte. No era de extrañar que se hubiera sentido atraído por él desde el momento en el que se conocieron. El pasado de Ohm no era tan difícil como el de él, pero le había dejado su marca.

–A mí no me cabe ninguna duda de que serás un maravilloso padre a pesar de no haber tenido un buen ejemplo. Además, me tendrás a mí para ayudarte a cada paso.

–Mi padre, en una ocasión, me dijo que mi madre lo había cazado quedándose embarazada deliberadamente –dijo Fluke, sin expresar sentimiento alguno–. Se casó con ella por deber y por la presión familiar, pero él nunca la amó a ella ni a mí.

Ohm le tomó la mano y se la llevó al pecho, colocándola encima de su corazón. No era de extrañar que se negara a aceptar su proposición.

–Nadie me está presionando para que me case contigo, Fluke. Quiero que seas mi esposo y quiero que los dos criemos juntos a nuestro hijo. En lo más profundo de tu ser, creo que tú también lo deseas. Con el tiempo, el amor que tenemos a nuestro hijo fortalecerá el vínculo que hay entre nosotros.

Se produjo otro silencio.

–Siento no haberte dicho antes lo del embarazo –dijo Fluke–. Con la perspectiva del tiempo, me parece muy egoísta por mí parte, pero de verdad pensé que estaba haciendo lo correcto, dadas las circunstancias.

Ohm le apretó suavemente la mano y se la llevó a los labios. Entonces, le dio un beso en los nudillos.

–Tienes que aprender a confiar en mí, tesoro. Ahora, tengo una sorpresa para ti. Te estará esperando cuando lleguemos a casa.

A casa. Fluke se preguntó si alguna vez consideraría la casa de Ohm como su hogar, en especial con Concetta como perro guardián. Sin embargo, cuando llegaron a la casa, el ama de llaves no parecía estar por ninguna parte.

Ohm tomó la mano de Fluke y lo condujo a una de las salas de la planta baja que daban al jardín y a la piscina. Abrió la puerta y le indicó a él que entrara primero. Fluke obedeció y contuvo la respiración al ver la colección de materiales de arte, entre los que se encontraba un caballete, una mesa de trabajo y una sábana para cubrir el suelo. Ohm había hecho instalar también un pequeño fregadero para que él pudiera lavar sus útiles de pintura sin tener que salir.

–¡Ohm, esto es maravilloso! ¿Cómo has podido hacer todo esto? Muchas gracias...

Él sonrió.

–Pensé que era mejor darte el estudio abajo, dado tu embarazo. No quiero que tengas que subir y bajar las escaleras más de lo necesario. Si se me ha olvidado algo o necesitas otros materiales, hazme una lista y te lo traeré.

Fluke tomó uno de los pinceles, que eran de la mejor calidad, y deslizó los dedos por las cerdas. Él estaba dando por sentado que estaría allí hasta el final del embarazo y más allá. Quería sentirse enojado con él por empujarlo a formalizar su relación, pero ¿cómo podía sentir otras cosas que no fuera agradecimiento por el modo en el que él estaba manejando la situación? Se dio cuenta de que quería quedarse con él. Estar casado con Ohm y proporcionarle a su hijo un hogar seguro, aunque ello significara que se quedaba corto en lo que más deseaba de todo, ser amado.

–Todo es maravilloso. Yo jamás me podría haber permitido unos pinceles como estos. Me muero de ganas por empezar a pintar el retrato de tu abuela. No sé cómo darte las gracias.

–Un beso será suficiente...

Fluke se puso de puntillas y le rodeó el cuello con los brazos. Le acercó los labios y, por un momento, creyó que él no lo iba a corresponder. Sin embargo, tras un instante, las bocas se apretaron con fuerza la una contra la otra, presas de una pasión irrefrenable por profundizar el contacto. Entonces, los labios se separaron y las lenguas se entrelazaron. El deseo estalló como si fueran las llamas de un ardiente fuego.

Ohm lo rodeó con sus brazos y lo estrechó con fuerza contra su cuerpo. La entrepierna de Fluke se apretó contra la creciente firmeza de la entrepierna de él. Aquel íntimo contacto desató sus sentidos. La necesidad de posesión fue tan rápida, tan repentina y tan abrumadora que se apoderó de él como si fuera un imparable tsunami.

Él gruñó y lo apretó con fuerza contra su erección. La desesperación de sus besos igualaba la de él. La pasión fue escalando entre ellos.

Ohm le colocó una mano sobre el pecho, acariciándolo a través de la ropa, pero no era suficiente. Fluke quería sentir piel contra piel. Ansiaba unas caricias más íntimas.

–Por favor, Ohm, tócame... –susurró preso del deseo.

Él encontró los botones del traje y lo deslizó hasta que la prenda quedó a los pies de Fluke. Él salió del círculo de tela sin sentir vergüenza alguna por estar en ropa interior con su abultado vientre. Los ojos de Ohm devoraban sus formas y la mano le acariciaba el abdomen como si estuviera adorándolo.

–Eres tan hermoso que casi no puedo soportarlo...

–Hazme el amor –dijo él. En parte era una súplica y en parte una exigencia, pero ya no le importaba lo que pudiera parecer. El deseo se había apoderado de él con tanta fuerza que resultaba casi doloroso.

–No pienso hacerte el amor en el suelo. Terminaremos esto arriba, en la cama.

De repente, Fluke sintió vergüenza. Ohm estaba aun completamente con el traje y él estaba en ropa interior, desesperado y prácticamente suplicándole que le hiciera el amor. Parecía otro recordatorio de lo poco equilibrado que estaba la relación entre ellos. Ohm lo deseaba, pero mucho menos de lo que él lo deseaba a él. Se agachó para recoger el traje del suelo.

–¿Por qué siempre tienes que hacer lo mismo? –le espetó.

–¿Hacer qué? –preguntó él frunciendo el ceño.

Fluke se volvió a poner el traje y se subió la cremallera todo lo que pudo.

–Recuerdo que, en el pasado, nada te podría haber detenido para que me hicieras el amor, sin importar dónde estuviéramos.

Ohm se acercó a él y trató de acariciarle el rostro, pero él le apartó la mano.

–Caro, ¿qué te pasa? ¿Por qué pareces tan molesto? Simplemente estoy pensando en ti.

Fluke se mordió los labios y se dio la vuelta, enojado por lo cerca que estaba de echarse a llorar. Eso sería el colmo de la humillación, terminar llorando de nuevo.

–Sé que tú no me deseas tanto como yo te deseo a ti, pero no tienes que restregármelo cada vez que tienes oportunidad.

Ohm se acercó a él y le colocó las manos sobre los hombros. Entonces, le dio lentamente la vuelta para que pudiera mirarlo a él. Tenía el ceño fruncido.

–¿Acaso crees que no te deseo? ¿Por qué crees que no ha habido nadie desde que te marchaste? Te deseo tanto que me corroe por dentro noche y día. Cada día desde que te marchaste ha sido una tortura para mí.

–¿De verdad?

Ohm dejó de fruncir el ceño y sonrió. Entonces, le colocó las manos a ambos lados del rostro.

–Nadie me excita como tú –susurró antes de besarle delicadamente los labios–, pero me preocupa hacerte daño a ti o al bebé.

–No me harás daño, Ohm –dijo él rodeándole la cintura con los brazos–.

Está bien tener relaciones sexuales durante el embarazo. De hecho, las hormonas ahora me están volviendo loco por ti...

Le había emocionado que él hubiera estado pensando en él y en el bebé, refrenando su propio deseo por el bien de él y el del bebé. Le avergonzaba haber pensado que él no lo deseaba igual que lo deseaba a él. El hecho de que no hubiera estado con ningún otro amante le hacía sentirse muy especial. La magia que habían compartido había dejado una huella en él que nadie había podido borrar. Fluke no tenía palabras para describir lo mucho que aquello significaba para él.

Ohm lo besó de nuevo y, entonces, lo tomó en brazos.

–¡Eh! ¿Qué estás haciendo? Peso demasiado –protestó Fluke.

–Te llevo a la cama. ¿Algo más que objetar?

Fluke le rodeó el cuello con los brazos y sonrió.

–En absoluto.

Un instante después, Ohm bajó a Fluke hasta que los pies de él tocaron el suelo del dormitorio, deslizándolo por su cuerpo. Cada centímetro de aquel movimiento excitó aún más a Fluke. Entonces, él le rodeó la cintura con un brazo y le colocó la otra mano sobre el rostro. Sus ojos eran tan oscuros como un bosque y brillaban de deseo.

–¿Estás seguro de esto? –le preguntó, aún preocupado.

–Claro que sí –susurró él colocándole ambas manos sobre el rostro–. Deseo esto y te deseo a ti. Ahora.

Ohm bajó la cabeza y le cubrió la boca con la suya. El movimiento de los labios fue lento y adictivo al principio, pero la intensidad cambió como un interruptor que hubiera sido pulsado. Las lenguas se entrelazaron con pasión y el deseo se apoderó de ellos como si fuera una flecha de fuego.

Fluke le colocó las manos sobre la cinturilla de los pantalones, desesperado por sentir el calor y el poder de su cuerpo, pero Ohm lo contuvo y lo llevó a la cama. Le volvió a quitar la ropa y comenzó a acariciarle la espalda desnuda.

–Tomémonos nuestro tiempo. Quiero saborear cada instante...

–Yo lo deseo ya. Estaba listo hace media hora. Deja de torturarme, maldita sea –replicó él y comenzó a desabrocharle los botones de la camisa, pero estos no cooperaban con su celeridad.

Ohm le agarró las manos deteniendo sus frenéticos movimientos.

–Ese fue nuestro error en el pasado. Nos precipitamos en una aventura, sin darnos el tiempo suficiente para conocernos primero. Quiero que ahora las cosas sean diferentes. Quiero conocerte en todos los sentidos de la palabra.

Fluke se echó a temblar. Recordó el book de fotografías picantes. Ohm no tenía por qué saberlo todo sobre él. Había ciertas cosas que era mejor dejar en las sombras. No podía permitir que él descubriera esa parte de su pasado y haría todo lo que estuviera en su mano para impedirlo.

–Bésame, Ohm...

–Quiero que lo nuestro funcione. Me refiero a nuestro matrimonio. Y solo podrá funcionar si los dos nos ponemos a ello juntos.

–Yo también quiero que funcione –dijo él mientras le trazaba el contorno de los labios con un dedo–. Más que nada en el mundo.

–Te aseguro que no lo lamentarás, caro mío. Yo me aseguraré de ello.

Bajó los labios y besó los de él con un beso que reavivó las llamas de la pasión en el cuerpo de Fluke, él le rodeó el cuello con los brazos y comenzó a mover los labios al ritmo de los de él. Ohm profundizó el beso con un lento y deliberado movimiento de la lengua, provocando a la de él para que bailaran una danza indiscutiblemente erótica. El deseo humedeció a Fluke entre los muslos. Parecía que los huesos de estos se le habían disuelto.

Ohm lo colocó en la cama y deslizó la mano por las piernas para quitarle los zapatos. Los dos cayeron uno a uno sobre el suelo, anunciando lo que estaba por ocurrir. Entonces, sin apartar la mirada de él, se quitó la camisa, los zapatos y los pantalones y los calcetines. Se quedó de pie tan solo con el orgulloso abultamiento de su erección cubierto por los calzoncillos.

–¿Y esos no te los vas a quitar? –le preguntó él con voz ronca.

–Tú primero.

Fluke se sentó en la cama y se quitó un lado de la camiseta y luego el otro con un lento striptease que encendió más la mirada de Ohm. Sin apartar los ojos de los de él, se la saco y la dejó a un lado de la cama. La carne desnuda quedó expuesta para que él se diera un festín. A continuación, se bajó los calzoncillos por los muslos y se los quitó, para lanzarlos a continuación en la misma dirección de la camiseta. Su cuerpo quedó expuesto en todo su esplendor a la mirada de Ohm, pero, en vez de sentirse inseguro o tímido, Fluke se sintió empoderado. El hijo de Ohm estaba creciendo en su vientre, producto de la pasión que ellos habían compartido, una pasión que era tan imparable como los movimientos del sol, e igual de caliente.

Ohm se quitó los calzoncillos y se colocó junto a él en la cama. Le colocó la mano sobre el vientre y lo miró a los ojos.

–Eres tan hermoso... Tan sensual... me dejas sin aliento.

–Te aseguro que no me harás daño a mí ni al bebé, Ohm. Te quiero dentro de mí. Quiero sentirte. Te he echado tanto de menos...

–Yo también te he echado de menos a ti...

Ohm se había inclinado sobre él y había pronunciado esas palabras junto a sus labios. Fluke comenzó a acariciarle la firme erección, moviendo los dedos arriba y abajo del modo que sabía que tanto le gustaba. La agonía y el éxtasis estaban reflejado en sus hermosos rasgos. Ahogó un gruñido y cubrió la boca de Fluke con la suya. La unión de las lenguas envió una flecha de deseo al centro de su cuerpo.

Ohm pasó de la boca al cuello, tomándose su tiempo sobre cada delicado centímetro de piel. La lengua fue dejando un rastro de fuego sobre la sensibilizada carne, un deseo tan urgente, tan intenso, que superó por completo el pensamiento racional. Fue bajando por las clavículas y deslizándose hasta los pezones. Los sometió a una caricia tan excitante con los labios, tirando suavemente con los dientes. Los pezones se irguieron orgullosos y la sensibilizada carne gozaba con el alivio que proporcionaba la lengua. Después, los dejó para deslizársele por el cuerpo, sobre el abultado vientre y siguió bajando hacia el centro de su cuerpo donde ansiaba que lo tocaran.

Fluke le colocó una mano en el hombro.

–Espera. Te quiero dentro de mí. Por favor, Ohm. No me hagas suplicar.

–Yo también te deseo... no sabes cuánto...

Fluke comenzó a acariciarle de nuevo.

–Creo que sí lo sé...

Tocarlo lo excitó a él aún más. Cada caricia que le proporcionaba se hacía eco en su propio cuerpo en un ritmo erótico tan antiguo como el tiempo.

Ohm lanzó un sonido gutural de placer y se colocó entre las piernas de Fluke, ajustando su posición para asegurarse de que él no soportaba mucho peso.

–Dime si voy demasiado rápido, o demasiado profundo o... Oh,

Dio...

Las palabras de Ohm se vieron interrumpidas por otro gemido gutural cuando él levantó la pelvis para acogerle dentro de su cuerpo. Ohm se hundió en él con un único y suave movimiento que provocó en él una espiral de gozo. Su cuerpo lo acogió y lo envolvió tan apretadamente como si se tratara de un puño.

No iba a permitir que aminorara el ritmo. Se arqueó para recibir todos y cada uno de sus movimientos, agarrándolo por el trasero para sujetarle precisamente donde más lo necesitaba. La necesidad del orgasmo vibraba por toda su piel, una necesidad tan urgente, tan intensa, que se sobrepuso a todo pensamiento racional. Se sentía casi al final, tan cerca, tan desesperadamente cerca, que tenía la respiración entrecortada y su cuerpo ansiaba la fricción final que necesitaba. Tan cerca. Tan, tan cerca. En ese momento, Ohm deslizó una mano entre sus cuerpos y acarició el centro de su ser, henchido por el placer. Por fin, Fluke voló hacia la estratosfera. Potentes oleadas de placer se apoderaron de él, dejándolo flotando en una piscina de sensaciones que vaciaron por completo su mente de todo menos de una absoluta sensación de gozo.

A los pocos instantes de su orgasmo, Ohm lo siguió con el suyo propio. Fluke lo abrazó con fuerza a través de cada temblor de su cuerpo, gozando al saber que él había evocado un placer tan profundo en él. Eso era precisamente lo que había marcado su relación desde que comenzó. Hacer el amor con Ohm era una experiencia totalmente satisfactoria que parecía mejorar y mejorar cuanto más estaban juntos.

Ohm se apoyó sobre un codo mientras con la otra mano le acariciaba suavemente la curva de la cadera.

–Durante los tres últimos meses, he estado preguntándome si me había imaginado lo bien que estábamos juntos.

Fluke deslizó los dedos delicadamente por su torso.

–Me alegro de que no haya habido nadie más.

Él le atrapó la mano y se la llevó a los labios. Los ojos le brillaban con una erótica promesa.

–Yo también.

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