Capitulo Nueve



Unos días más tarde, Fluke seguía tratando de asimilar el hecho de que Ohm ya sabía su escandaloso secreto.

Se había visto obligado a contárselo cuando él mencionó la cena benéfica en París. Se había imaginado que era mejor para él estar preparado. Había corrido un gran riesgo al contárselo, pero él había reaccionado maravillosamente.

Además, desde que él le había contado su secreto, Ohm se había mostrado particularmente tierno y atento hacia él.

No obstante, a medida que se acercaba la fecha de la boda, resultaba aún difícil para Fluke estar totalmente seguro de que estaba haciendo lo correcto al casarse con él. Aunque ya tenía el traje de novio, firmado por un exclusivo modisto italiano, las dudas no lo abandonaban. «No te ama». Le era imposible olvidarse de ello. Podría ponerse el traje de novio más hermoso, tener la ceremonia más maravillosa, una luna de miel espectacular y, sin embargo, sentía que en realidad no tenía nada.

Tan solo un matrimonio fundado por el deber y no por el amor. Un matrimonio entre dos personas que jamás podrían ser iguales. Fue a la cocina a buscar un refresco y allí se encontró a Concetta, que estaba preparando la cena. El ama de llaves había mantenido las distancias desde la conversación que tuvieron en el estudio e Fluke no dejaba de preguntarse si habría cambiado de opinión sobre el retrato que quería que le hiciera.

–¿Te puedo ayudar con algo? –le preguntó para relajar el ambiente–. No soy buen cocinero, pero puedo poner la mesa o preparar las flores.

Concetta se secó las manos en el delantal con expresión reservada.

–Signor Thitiwat me paga para cocinar. No necesito ayuda para hacer mi trabajo.

Fluke se sentó en uno de los taburetes que había en torno a la isla. Estaba decidido a no verse acobardado por la actitud del ama de llaves.

–¿No dijiste que me ibas a dar una fotografía para trabajar? ¿O acaso has cambiado de opinión?

Concetta tomó una zanahoria y comenzó a pelarla con rápidos movimientos.

–Primero tiene que ocuparse de la boda. Puede esperar –añadió tras tomar otra zanahoria.

–¿De quién es la foto?

Las manos del ama de llaves se detuvieron un instante.

–De mi hija –susurró.

–Vaya, ¡qué bien! ¿Cómo se llama?

Concetta parpadeó un par de veces y tragó saliva.

–Su nombre era Marietta.

¿Era? Fluke se alarmó al escuchar el uso de la forma verbal. ¿Se habría equivocado Concetta o significaba aquello que su hija ya no estaba viva?

–Siento que parezca que me entrometo, pero ¿has querido decir que...?

–Está muerta.

–Oh, Concetta... Lo siento mucho. Tan solo puedo imaginar el dolor que has sufrido... que seguirás sufriendo...

Concetta se secó la frente con el antebrazo y siguió preparando las verduras.

–Fue hace mucho tiempo, pero el dolor no desaparece nunca...

–¿Cuántos años tenía Marietta cuando...?

–Cuatro. Ni siquiera había empezado el colegio –dijo. El labio inferior le

temblaba. Apretó la boca para controlarse–. Contrajo una enfermedad. No estoy segura de cómo se dice en su idioma...

Mena... Meni...

–¿Meningitis?

–Sí. Mi esposo empezó a beber después de que la perdiéramos. Lo cambió para siempre. No podíamos tener otros hijos... yo tuve una hister... como se diga, después de su nacimiento.

–¿Una histerectomía?

–Sí –respondió ella–. Mi futuro murió con ella. No la veré nunca casada, ni tendré jamás en brazos a mis nietos... El dolor de perder a un hijo no se acaba nunca.

Fluke contuvo sus lágrimas y extendió la mano hacia Concetta para apretarle delicadamente la de ella.

–Lo siento tanto...

Concetta miró las manos de ambos unidas y, después de una breve pausa, colocó la que le quedaba libre encima de la de Fluke.

–Grazie.

Sonrió y fue al otro lado de la cocina, donde tenía su bolso. Abrió el monedero y sacó una pequeña fotografía. Volvió junto a Fluke y se la entregó.

Fluke contempló la imagen de una niña sonriente de cabello oscuro y sintió un profundo dolor en el corazón. La pequeña llevaba puesto un bonito traje rosa y llevaba en el cabello un lazo a juego.

–Es preciosa, Concetta. Absolutamente preciosa. ¿Tienes una copia de esta fotografía? No quiero quitarte la única que tienes.

–He hecho muchas copias. De las que tengo de Marietta, es mi favorita. Estaba muy contenta porque iba a una fiesta de cumpleaños –comentó Concetta con tristeza–. La amiga a cuya fiesta fue está ahora casada y tiene hijos propios –añadió con un suspiro–. Sin embargo, yo solo tengo recuerdos.

–Me encantará hacerte el retrato. Será un honor para mí.

–Puede esperar hasta después de la boda. Un novio tiene muchas cosas de las que ocuparse.

Fluke bajó la cabeza un instante.

–Sí, bueno. Ohm se está ocupando de la mayor parte de la organización. Yo solo tengo que presentarme el día de la boda.

–No debe casarse con él si no lo ama.

Fluke miró al ama de llaves, que tenía el ceño fruncido.

–Ese es el problema. Yo sí lo amo, pero él no me ama a mí, al menos no de la manera que se esperaría que un hombre a la persona con la que está a punto de casarse.

Fue un alivio admitir lo que sentía, pero Fluke no estaba seguro de haber elegido a la persona adecuada para confesarlo.

Tal vez había amado a Ohm poco a poco, o tal vez lo había hecho desde el primer día, tal y como le había sugerido su amiga Layla. Por fin había reconocido lo que sentía, estaba seguro de que el sentimiento había estado allí desde el principio. En cuanto lo conoció, sintió un terremoto en su cuerpo. Se había mentido, haciéndose creer que solo sentía una atracción sexual hacia él, pero Ohm era exactamente la clase de hombre con la que siempre había soñado: fuerte, autosuficiente, trabajador, honorable... Sabía que él era capaz de amar muy profundamente, pero no estaba seguro de que fuera capaz de amarlo a él. Ohm había ido desmantelando las piezas que Fluke había construido alrededor de su corazón una a una con sus sonrisas, sus caricias, sus besos, la aceptación de su pasado y de la vergüenza que le rodeaba.

–El amor puede crecer con el tiempo. No lo subestime. Él no es como su padre. Es un buen hombre.

Fluke sonrió.

–Lo sé. Un hombre maravilloso que tiene muchas cualidades increíbles.

«Pero no me ama».

¿Cuánto tiempo podría vivir con la esperanza de que, algún día, él pudiera amarlo?

Aquella noche, Ohm y Fluke cenaron en la terraza. La noche era perfecta para cenar al aire libre y Concetta aceptó la ayuda de Fluke para poner la mesa, con una vela aromatizada y unas flores del jardín.

Ohm tomó su copa de agua, dado que había decidido no beber alcohol durante el resto del embarazo de Fluke, un gesto que a él le pareció conmovedor.

–Esta noche pareces preocupado, caro y no has comido mucho. ¿Es que no te sientes bien?

Fluke dejó el tenedor que había estado utilizando para remover la comida por el plato.

–Estaba pensando en Concetta.

–¿Se ha mostrado difícil contigo otra vez? Si es así, hablaré con ella. Sé que es un poco picajosa, pero no ha tenido una vida fácil.

–Lo sé. Hoy me ha contado lo de su hija. Marietta –dijo Fluke. Los ojos se le llenaron de lágrimas con tan solo mencionar el nombre de la niña –. Me ha dado una foto de ella para que pueda hacerle un retrato. ¿Sabías lo de Marietta? Ojalá me lo hubieras dicho antes. Habría hecho más esfuerzo con Concetta. La pérdida de un hijo es la peor experiencia posible.

–Sí, tal vez debería habértelo dicho, pero ella es una persona muy reservada y no le gusta hablar al respecto. En realidad, me sorprende que te lo haya dicho a ti.

–Sí, bueno. No empezamos de la mejor manera posible, pero probablemente fue culpa mía más que de ella. Supongo que no me esforcé mucho con ella porque sabía que solo iba a ser algo temporal en tu vida. –Pero ahora no es así –dijo él acariciándole suavemente el anillo de compromiso.

La mirada de Ohm era cálida, tranquilizadora, pero no lo suficiente como para acallar sus dudas.

Fluke volvió la mano y comenzó a deslizar suavemente los dedos por la palma de la mano de Ohm.

–Esta cena benéfica de la semana que viene... ¿No te preocupa el efecto que tendrá sobre las personas más cercanas a ti si estas fotografías salen a la luz?

–No hay muchas personas particularmente cercanas a mí, así que no importa lo que piense la gente.

–¿Y tú abuela? ¿No estás muy unido a ella?

Ohm le soltó la mano y se reclinó sobre la silla.

–Tienes que recordar que no la conocí hasta que no fui un adolescente.

Nonna se negó a tener nada que ver con mi madre porque ella era la amante de un hombre casado. Su estilo de vida chocaba con el de mi abuela y sus estrictas creencias religiosas. Cuando mi padre dejó a mi madre, nonna siguió negándose a tener contacto con ella.

–Me parece que la testarudez es un rasgo genético en tu familia.

–Eso y el orgullo –comentó tras beber un trago de agua–. Mi madre descubrió que tenía cáncer unos meses después de que mi padre la abandonara. No se lo dijo a nadie y se negó a recibir el tratamiento que podría haberla salvado. Creo que se rindió porque se sentía rechazada y avergonzada de lo que era su vida.

Y porque era demasiado orgullosa como para suplicar que volvieran a acogerla en la familia.

–¡Es horrible! Y terrible para ti, Ohm... Debiste de sentirte muy solo cuando murió.

–En ese momento, tomé la decisión de abrirme camino solo en la vida y no depender de nadie.

–¿Es esa la razón por la que solo has tenido relaciones muy breves?

–Bueno, al principio me funcionó bien, pero ahora estoy listo para sentar la cabeza.

–Pero solo porque estoy embarazado, no porque te hayas enamorado locamente –dijo él sin poder contenerse.

Ohm lo miró con una intensidad que le resultó francamente incómoda. Era como si pudiera leerle el pensamiento y averiguar los sentimientos que tenía hacia él, a pesar de que Fluke trataba desesperadamente de ocultarlos.

–Fluke, ¿cuántas revistas has visto en las que aparecen bodas de personas famosas? Todas las parejas reclaman estar locamente enamoradas, pero la mitad, si no la mayoría, terminan en divorcio. ¿Qué ocurre con el amor eterno del que estaban siempre presumiendo? ¿Murió o es que simplemente no estaba presente en primer lugar? Siento inclinación a creer lo último.

–Entonces... ¿no crees que exista el amor romántico? ¿El amor que dura para siempre? ¿Para nadie?

–Tal vez para algunos afortunados, pero normalmente encontrarás que un miembro de la pareja ama más que el otro y ahí está el problema.

Sufrimiento garantizado.

–¿Como tu madre?

Ohm asintió.

–Ella lo dejó todo por mi padre, pero él la mantuvo a su merced durante años y, de repente, cortó la cuerda que los unía. Mi madre podría haber tenido una vida muy diferente, más satisfactoria y plena.

Fluke comprendía perfectamente por qué era tan cínico sobre el amor, pero eso no le impedía esperar que pudiese cambiar de opinión algún día y experimentarlo con él. ¿Era demasiado pedir que se enamorara de él, la persona con la que se iba a casar dos semanas más tarde, el padre de su hijo?

–Al menos, ella te tenía a ti. Debiste darle mucha alegría y él estaría muy orgullosa de ti.

Ohm sonrió y asintió.

–¿Por qué no subes y te preparas para la cama? Concetta recogerá todo esto cuando venga a primera hora de la mañana.

Fluke se levantó y comenzó a recoger los platos.

–Puedo hacerlo ahora. No me llevará mucho tiempo.

–Preferiría que guardaras tus energías para lo que tengo planeado para ti...

Fluke tembló de anticipación. Tal vez Ohm no lo amara, pero el deseo que sentía hacia él era inconfundible. Un deseo que había estado presente desde el principio, desde el primer momento que se cruzaron sus miradas. Le daba a Fluke la esperanza de que el deseo se convertiría en amor, un amor que desafiara las estadísticas, que floreciera y criara raíces profundas y firmes en su futuro como familia.

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