Capitulo Seis



Ohm regresó al dormitorio con la cena en una bandeja después de darle a su ama de llaves el resto de la tarde libre. Sin embargo, cuando entró en la habitación, encontró a Fluke profundamente dormido. Estaba acurrucado sobre un costado, con su gloriosa melena castaña extendida sobre la almohada y una mano sobre el vientre. No supo si despertarlo o no, él necesitaba descansar, pero también debía comer.

Y él tenía que mantener las manos lejos de Fluke, pero lo deseaba con una intensidad que no cejaba. Haberlo acariciado antes había transformado su deseo en una vibrante necesidad que aún poseía su cuerpo. Había tenido que echar mano a toda la fuerza de voluntad de la que disponía para contenerse. No quería verse cegado por la lujuria de modo que, una vez, más, se precipitaran. En aquella ocasión, quería tomarse las cosas con calma. Lento, pero seguro.

Ese era su plan.

Debía centrarse en el futuro, en su futuro como familia. Tenía que demostrarle a Fluke que él tenía un lugar en su vida como esposo, compañero y padre de su hijo. Un lugar permanente.

Colocó la bandeja en la mesilla tan sigilosamente como pudo y se sentó en el borde de la cama. Apretó las manos con fuerza contra los muslos para evitar tocarlo. «Deja que duerma, deja que duerma». Se repetía las palabras constantemente, pero al final no pudo contenerse. Extendió la mano para apartarle un mechón del rostro y, casi inmediatamente, él abrió los ojos y lo miró.

Sonrió algo avergonzado y se sentó en la cama.

–He debido de quedarme dormido... –susurró. Entonces, miró la aromática cena que le esperaba en la bandeja y frunció el ceño–. Vaya... parece mucha comida para una sola persona.

–En estos momentos no eres solo una persona –dijo Ohm tras colocarle la bandeja sobre el regazo–. Necesitas alimentar al bebé que está creciendo dentro de ti.

–Ohm...

–Come primero. Ya hablaremos después.

Ohm le entregó los cubiertos y él levantó la mirada lentamente para cruzarse con la de él.

–Solo quería darte las gracias por lo de antes. Has sido muy amable conmigo y yo me he comportado de una manera algo desagradecida.

–Estos no son momentos fáciles para ninguno de los dos. Y para ti menos que para mí. Sin embargo, estoy seguro de que conseguiremos que funcione. Tenemos que hacerlo. Tenemos un hijo en común y él o él tiene que ser la prioridad en nuestras vidas.

–¿Has cambiado alguna vez de opinión una vez que te has decidido sobre algo? –le preguntó él tras una pequeña pausa. –Casi nunca.

–¿Y eras tan testarudo de niño?

–Siempre. Volvía loca a mi madre.

–Me lo creo perfectamente –replicó Fluke. Tomó una jugosa fresa y le dio un bocado.

Ohm deseó poder lamer el zumo de aquellos jugosos labios. Tuvo que frenar todos los músculos de su cuerpo para no hacerlo. El deseo se había apoderado de nuevo de él, caldeándole la carne y convirtiéndolo en piedra.

–¿Por qué me miras así? –le preguntó Fluke limpiándose los dedos en la servilleta.

–¿Cómo te estoy mirando?

–Ya sabes cómo –murmuró él sonrojándose.

Ohm tomó una fresa del plato y se la acercó a la boca de Fluke.

–Me gusta verte comer.

Fluke dio un pequeño bocado a la fresa, masticó, tragó y se lamió los labios.

–¿No te da hambre?

–Sí.

Un brillo pícaro se reflejó en los ojos de Fluke. Tomó la fresa a medio comer de la mano de Ohm y se la ofreció a él.

–¿Por qué no le das un bocado?

Había algo profundamente erótico en lo de colocar los labios donde habían estado los de él hacía unos instantes. Mordió la suave pulpa y el dulce sabor le estalló en la boca.

–Mmm... deliciosa...

Fluke tomó otra fresa, pero, antes de que pudiera acercarla a la boca de Ohm, él le agarró la muñeca. No quería fresas. Lo deseaba a él. Fluke dejó caer la fruta y sacó la punta de la lengua para lamerse los labios. Las pupilas se le dilataron cuando vio que Ohm bajaba la cabeza para acercarla a la de él.

La dulzura de la fresa no tenía que ver con la dulzura de los labios de Fluke. Ohm se perdió en la suavidad de su boca, en el juguetón baile de la lengua cuando recibió a la de él. El fuego del deseo le lamió la piel como si fueran llamas y la sangre se dirigió con fuerza hacia el sur, como si fuera un misil nuclear. Lo rodeó con sus brazos, estrechándolo contra su cuerpo para poder profundizar el beso aún más. La bandeja se tambaleó entre los dos, por lo que Ohm dejó de besarlo un instante para retirarla y colocarla de nuevo sobre la mesilla de noche.

Después, le enmarcó el rostro con las manos una vez más.

–¿Dónde estaba yo?

Fluke le agarró las muñecas y se las apartó.

–¿Va a ser como la otra vez, cuando tú te contuviste para demostrar lo que piensas?

Ohm frunció el ceño y agarró las manos de Fluke. Aquel comentario le había recordado justo a tiempo que estaba yendo demasiado rápido. Su fuerza de voluntad tenía sus límites y tentarla más allá de lo que era capaz de resistir no era muy buena idea hasta que la relación de ambos estuviera más cimentada.

–No va a ser como la última vez porque no vamos a hacerlo hasta que lleves mi anillo de compromiso. He pedido cita para que vayamos a elegirlo mañana.

No pensaba presentarlo a su nonna sin un anillo de compromiso.

–¿No te parece que, de repente, te has vuelto muy chapado a la antigua?

¿Qué le ha ocurrido al hombre que me llevó de vuelta a la habitación de su hotel y me desnudó en menos de una hora?

–Paciencia, caro. Tenemos el resto de nuestras vidas juntos.

Fluke se colocó las manos sobre el pecho y lo miró con desaprobación.

–Estás muy seguro de que voy a encajar con tus planes, pero te aseguro que tengo opinión propia, Ohm. Ya te lo he dicho antes. No voy a consentir que me obligues a casarme contigo. El matrimonio es para personas que se aman y que quieren pasar el resto de sus vidas juntos.

Ohm se levantó de la cama y se metió las manos en los bolsillos. Se imaginó que era mejor ponérselas ahí que sobre Fluke para demostrarle que el amor no era necesario con la química que ellos compartían.

–El amor romántico del que tú hablas es una fantasía. No dura. Hay tantas parejas, supuestamente enamoradas, que terminan divorciándose después de un par de años juntos. Tenemos mucha más posibilidad de conseguir que funcione porque estamos empezando con expectativas realistas y las motivaciones adecuadas para hacer lo mejor por nuestro hijo.

–¿Qué es lo que ha hecho que seas tan cínico sobre el amor? ¿Te rompió el corazón alguien en el pasado?

Ohm soltó una carcajada al pensar en sí mismo enamorándose. Ni siquiera había estado cerca de hacerlo. No se lo había permitido. Amar a una persona le dejaba a uno ciego y vulnerable. Él había amado a su padre y el resultado había sido nefasto. El padre al que había amado tanto y cuyo modelo había querido imitar, no era nada más que un mentiroso. No quería volver a sentir aquel nivel de desilusión y tristeza nunca más.

–No. No he estado enamorado nunca, pero he visto lo que es estar enamorado y lo que les hace a las personas cuando termina.

Fluke se colocó las manos sobre el vientre y frunció el ceño.

–Sin embargo, para un alto porcentaje de personas no termina nunca. Dura toda una vida.

–Tal vez, pero no hay garantías –afirmó él. Se sacó las manos de los bolsillos y se acercó a recoger la bandeja de la mesilla de noche–. ¿Has terminado con esto?

–Sí. Ya he comido suficiente.

Ohm recogió la bandeja y se volvió de nuevo para mirarlo.

–No quiero que pienses que no tengo sentimientos, Fluke. Me preocupo por el bebé y por ti. Lo sabes, ¿verdad?

–No te estoy pidiendo que te enamores de mí –comentó él apartando la mirada.

–¿No?

–Los hombres como tú no se enamoran de chicos como yo, al menos no en la vida real.

–¿Ahora quién está hablando con cinismo? –le preguntó él, suavizando el comentario con una sonrisa–. ¿Necesitas algo más? ¿Un té o zumo...?

–Estoy bien. Por favor, no te preocupes. No estoy enfermo, solo embarazado –comentó él con un cierto tono de irritación que hizo que Ohm se preguntara si estaba ocultando el dolor que sentía. Sin embargo, él no se sentía cómodo haciendo promesas que no podía cumplir. El amor era terreno vedado para él y tenía buenas razones para que así fuera. Era un sentimiento en el que no confiaba.

Ni podría volver a confiar nunca.

Cuando Ohm se marchó del dormitorio, Fluke se reclinó de nuevo contra las almohadas y dejó escapar un pesado suspiro. No estaba seguro de por qué seguía insistiendo en el tema del amor. Sería un desastre que él se enamorara de Ohm. Su pasado le impediría a Ohm amarlo a él.

Ohm era un hombre orgulloso y extremadamente reservado. Si descubría su sórdido pasado, toda posibilidad de un futuro juntos quedaría destruida. ¿Cómo podría alguien en su sano juicio, él incluido, pensar que era lo suficientemente bueno para alguien como Ohm?

Al igual que él, Fluke nunca se había enamorado antes, pero una parte secreta de él soñaba con hacerlo. Tener una relación con una pareja, que expresara abiertamente el mismo amor que él sentía hacia él.

Sin embargo, ¿cómo podía él permitirse esperar que Ohm fuera a ser esa pareja?

A pesar de todo, cuanto más hablaba de matrimonio y de criar juntos a su hijo, más tentador resultaba. No le gustaba la idea de ser padre soltero. A su madre le había costado mucho hacerles frente a las exigencias de un niño pequeño, sobre todo después de que el padre de Fluke se marchara. El matrimonio solo había tenido lugar porque la madre se quedó embarazada de Fluke. Había sido un error desde el principio. Su padre había sido un hombre inmaduro e infantil, que no estaba listo para las responsabilidades de ser padre.

Cuando el matrimonio fracasó, la madre de Fluke comenzó a automedicarse y a beber. Fluke tenía terribles recuerdos sobre haber pasado hambre cuando su madre se quedaba dormida con una resaca tras otra. También pasó frío cuando no había dinero para pagar las facturas de la calefacción. Gritos y comentarios sarcásticos cuando su madre se quedaba sin pastillas o sin alcohol y lo culpaba a él por el curso que había tomado su vida.

Tras la muerte de su madre y el posterior rechazo de su padre, Fluke se pasó el resto de su infancia de casa en casa, sin pertenecer nunca a ningún sitio, sin encajar, sin sentirse amado.

El matrimonio entre Ohm y él podría no sufrir apuros económicos como el de sus padres, pero sería una especie de contrato basado en el deber, no en el amor.

¿Podría él correr ese riesgo por el bien de su hijo?

Al día siguiente, Ohm llevó a Fluke a una joyería muy exclusiva que conocía en Palermo. Allí, el diseñador los llevó a una sala privada y sacó una selección de exquisitos anillos para que él pudiera elegir. Fluke sabía que tendría que haberse plantado aquella misma mañana ante la insistencia de Ohm sobre el anillo, pero, por algún motivo, no pudo negarse a sus planes. Tal vez el hecho de llevar un anillo impediría que el ama de llaves siguiera mirándolo con descarado desprecio. Además, tenían que visitar a la abuela aquella misma tarde y sabía que sería mucho más fácil conocer a la anciana con un anillo en la mano.

El diseñador los dejó a solas con los anillos. Fluke se fijó inmediatamente en uno muy sencillo, de estilo mosaico. Cada uno de los lados relucía mucho cada vez que captaba la luz. No era el anillo más impresionante de la selección y era más tradicional que el resto, pero le cautivó a simple vista.

–¿Me puedo quedar con este?

–¿Con este? –le preguntó Ohm mientras lo retiraba del tapete de terciopelo y le tomaba la mano–. Vamos a ver si te sirve.

Se le deslizó perfectamente por el dedo como si hubiera sido confeccionado especialmente para él.

Ohm sonrió.

–Te sienta muy bien.

Fluke contempló la mano y admiró cómo relucían los diamantes. –Es precioso... Espero que no sea demasiado caro. No tienen etiquetas con el precio y...

–No es problema.

Fluke se sintió muy incómodo por haber hablado del precio. Por supuesto que Ohm no tenía que preocuparse por el precio. Él se podría permitir cualquier anillo que hubiera en la tienda. Fluke esperó a un lado mientras él lo pagaba y, después, cuando terminó, Ohm se acercó a agarrarle de la mano y salir de la tienda.

–Gracias –dijo él–. Es un anillo precioso.

–He encargado las alianzas de boda a juego. Pablo se va a poner con ellas inmediatamente.

Fluke estuvo a punto de decirle que no se molestara en encargar alianzas, pero algo se lo impidió. ¿Sería un error casarse con él? Ohm era el padre de su hijo y lo amaría y cuidaría de él, sin huir de sus obligaciones tal y como lo había hecho su padre. El matrimonio con Ohm le ofrecería a él y al bebé la clase de seguridad financiera con la que solo podía soñar. El dinero no lo era todo y ciertamente no era el mejor motivo para casarse con alguien, pero el hecho de no tener que preocuparse nunca del sustento de su hijo era una motivación muy poderosa, a la que cada vez le costaba más resistirse.

–Estoy pensando en una boda íntima, con solo amigos íntimos y familia cercana –dijo él mientras regresaban al coche–. Tengo un diseñador en mente para tu traje, pero si tú prefieres usar a alguien en concreto, te ruego que me lo digas.

–Yo no tengo familia –dijo Fluke–. Y solo quiero a Layla y a un par de amigos más como padrinos de honor. ¿Cuándo habías pensado?

–Dentro de dos semanas.

Fluke abrió los ojos lleno de asombro.

–¿Estás loco? Nadie puede organizar una boda con tan poco tiempo. Los ojos castaños de Ohm adquirieron un brillo astuto.

–Pues ya lo verás.

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