Parte 5

     Desde muy pequeños crecemos en un mundo plagado de héroes, ficticios o reales. Figuras que se alzan en la cima, que se diferencian del montón por algo especial.


    Tan temprana edad y con nuestros amigos jugamos que tenemos ese tipo de aventuras; imaginamos ser capaces de vencer al más fiero dragón o poder ser el caballero, hechizero, guerrera o luchadora más respetado de nuestro reino. Soñamos en grande, regresando a la paz de la realidad.


    Porque cuando somos niños, nos refugiamos en nuestra imaginación para vivir la épica aventura que tanto deseamos. Salir de nuestras vidas reales por un momento, olvidar la primaria y sus tareas para divertirte sin herir a nadie… o bien, hacerlos formar parte de esa fantasía.


    Es ideal pasar tanto peligro en nuestra imaginación. Pensar que a pesar de todas las adversidades, la heroina pudo forjar su nombre en la historia. Soñar con que ningún enemigo pudo derrumbar la temple del héroe.


    Crecimos y las fantasías fueron dejadas de lado. Reemplazamos las espadas de madera por lápices, los escudos por cuadernos, las varitas por reglas y armaduras por mochilas.


    Nuestros sueños crecieron junto con nuestros cuerpos, adecuándonos a la edad y a la realidad que conocíamos. Nos convertimos en animadores, escritores, arquitectos, doctores, empresarios… o en proceso de salir de nuestras casas para ejercer esos sueños.


    ¿En qué momento nos arrebataron los sueños?
    ¿Cuándo fue que volvimos a usar armas, enfrentarnos a amenazas salidas de cuentos y fábulas?
    ¿Por qué la fantasía de infancia se convirtió en realidad?


    Daniel y la Chayo nos sacaron de las aulas de clase. Nos quitaron nuestros cuadernos, obligándonos a tomar morteros y tirachinas.


    Destruyeron nuestra realidad llenándose la boca de paz, de amor, de justicia y otras mentiras. Vimos a nuestros compañeros caer, no en una fantasía que tenía botón de reinicio… si no en una realidad que antes pertenecía a fábulas o películas.


    ¿Por qué?
¿Por qué destruirnos? ¿Por qué matarnos? ¿Por qué arrebatarnos nuestra realidad? ¿Vale el poder? ¿Lo vale el odio? Funesto recuerdo para la historia de nuestro país…

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