Capítulo 11: Por un pelito.

Mi pa nos dejó caer al llegar a los límites de la pelea, donde los ciudadanos corrían de un lado a otro intentando alejarse del ataque alienígena que provenía de la torre Stark. 


   —Peter, necesito que te vayas de aquí ahora. Busca un lugar seguro, yo te encontraré cuando todo esto acabe —ordenó mi pa, que parecía completamente preocupado por ayudar a evacuar a las personas que corrían de un lado a otro. 


   —¡No! ¡Quiero ayudar! —grité para hacerme oír sobre los gritos de las personas. El capitán América parecía inquieto por volver a la batalla. 


   —¡Vete de aquí, Peter! —gritó el capitán América, y creí que podría desmayarme. El capitán américa sabía mi nombre. Por un momento me distraje, pero de inmediato volví a la realidad en cuanto una cosa enorme que parecía una ballena intergaláctica se acercaba a toda velocidad hacia donde nos encontrábamos. 


   —¡Stark! —gritó el capitán, y de inmediato mi pa comenzó a dispararle a la ballena intergaláctica, sin obtener buenos resultados, puesto que algunos edificios comenzaron a prenderse en llamas. 


   —¡Tenemos que regresar con el equipo! —gritó mi pa, logrando derribar a una de esas cosas. 


   —¡Quiero ayudar! —pedí, mirando a Steve en un tonto intento de súplica. Éste colocó una mano en mi hombro y negó con la cabeza—. Eres muy pequeño, y tu padre y yo no podemos estar preocupados por ti y salvar al mundo al mismo tiempo ¿Entiendes? Tienes que irte a un lugar seguro, Peter. 


   Miré al capitán América, tan heroico e impaciente frente a mí. Inevitablemente corrí a abrazarlo. 


   Era más alto que mi pa, y sin duda mucho más ancho. Mis manos apenas si podían darle la vuelta completa a su abdomen, pero él no se apartó, y eso fue lo que más me impresionó. 


   —Peter —me llamó mi pa, levantando su casco para dejarme ver su rostro—. Tenemos que irnos. 


   Me separé del capitán y éste me sonrió un momento antes de que mi pa lo tomara de los hombros y lo levantara para salir volando a toda velocidad hacia el centro de la batalla. 


   Quizá si hubiera sido más pequeño, habría obedecido a mi pa y al capitán América, quizá habría salido corriendo hacia Central Park para ponerme a salvo. Pero hoy no. 


   Corrí hacia la ballena intergaláctica que mi pa había derrumbado, encontrando justo lo que buscaba: un arma. Parecía ser un pistola con una inusual luz violeta agitándose en su interior; una vez que descubrí como disparar con ella, salí corriendo a toda velocidad hacia el centro de la batalla, disparándole a los alienígenas aliados a Loki que lograban escapar de las manos de los Vengadores. 


   Las personas salían corriendo en cuanto yo lograba distraer a un par de alienígenas, que se preguntaban de donde demonios estaban siendo atacados. Era una suerte que fuera increíblemente pequeño, así era más fácil ocultarme de ellos. 


   Más de una vez estuvieron a punto de darme, pero parecía que tenía demasiada suerte. Había logrado vislumbrar a mi papá volando o a Hulk destrozando a los alienígenas, pero a pesar de todos sus esfuerzos, parecía ser que nunca iban a terminar de destruirlos. Cada vez que parecía que limpiaban el área, salía un nuevo contingente de atacantes dispuestos a matarnos. 


   También logré ver cómo era que una inusual tormenta aparecía y desaparecía de vez en cuando, y pensé que eso sería el colmo: que comenzara a llover. 


   —¡Niño! —me gritó alguien, y de inmediato me eché a correr para alejarme de quien fuera, pero sin duda eso no funcionó muy bien, puesto que terminé aterrorizado al ver pasar una flecha a toda velocidad tan cerca de mi rostro que sentí la ráfaga de viento que levantó. 


   Sentí las manos de alguien darme la vuelta, encontrándome con una especie de Robin Hood mejor armado. 


   —¡¿Qué haces aquí?! ¡Tienes que irte! —me ordenó el hombre, tomándome de la mano e intentando llevarme lejos de la batalla, en la cual ya estaba inmiscuido. Si forzaba la vista un poco, podía ver el escudo del capitán América volando y rebotando entre los edificios. 


   —¡Soy Peter! ¡Soy el hijo de Tony Stark! —le grité al pseudo-Robin—. ¡Tengo que ir a luchar!


   Pseudo-Robin me tomó con más fuerza del brazo y se plantó como una enorme piedra en el piso, evitando que pudiera salir a ayudar a mi pa o al capitán América. 


   —Debí de suponerlo —me dijo—. Mira, niño, si quieres terminar muerto, vas a seguir corriendo hacia la batalla. No tienes nada especial para defenderte. 


   Me sentí herido por un momento, pero sabía que era cierto. No podía transformarme como el doctor Banner, no tenía una tonta armadura multimillonaria y no había ningún suero en mis venas. Era un niño sin nada especial, pero había sobrevivido. Había corrido tres cuadras llenas de alienígenas y seguía vivo, sangrando del brazo y la cabeza, pero estaba vivo. 


   Antes de poder decirle eso a pseudo-Robin, noté que mi pa estaba subiendo a toda velocidad por la torre Stark, directo al agujero donde salían esas cosas, con un misil en la espalda. 


   —¡Mi papá! —chillé, señalando hacia la torre, en donde mi pa iba subiendo más rápidamente cada segundo. Pseudo-Robin giró justo a tiempo para ver cómo era que mi pa desparecía en el agujero de gusano, con el misil en la espalda. 


   ¿Todo era un plan? ¿Eso iba a derrotar a los alienígenas invasores?


   —¡El traje! —grité, apretando la mano de Pseudo-Robin, que parecía impresionado—. ¡El traje no está diseñado para salir al espacio! ¡Va a morir!


   Pseudo-Robin me miró un poco impresionado, antes de comenzar a correr hacia la torre, hablando por su comunicador a toda prisa. 


   Me quedé estático por lo que me parecieron horas hasta que vi como era que el rayo de luz de la máquina del doctor Selvig desaparecía, y con ello el radio del agujero de gusano fue disminuyendo. Se estaba cerrando. El agujero de gusano se estaba cerrando y mi pa aún estaba dentro de él. 


   No pude evitar pensar en mi futuro después de que el agujero se cerrara completamente. Pa moriría en el espacio en cuanto el oxígeno del traje se acabara, y después estaría condenado a vagar por la infinidad del cosmos. Pepper y yo nos quedaríamos solos, quizá me enviarían a un orfanato, pero lo peor de todo era que nunca más vería a mi pa. 


    Corrí a toda velocidad por la calle, logrando ver a Pseudo-Robin enfrente de mí, al mismo tiempo en el que cada atacante alienígena parecía desvanecerse de golpe, cayendo sin que nada los tocara. 


   Al volver a levantar la vista, logré distinguir un punto rojo saliendo del agujero de gusano, que de inmediato se cerró, regresando al cielo a su estado natural. 


   Sin embargo, eso no mejoró la situación: Pa estaba cayendo a toda velocidad desde el cielo y los propulsores del traje parecían ya no estar funcionando. Iba a estrellarse contra el piso. Iba a partirse el cráneo. 


   O al menos pensé eso antes de ver una enorme masa verde brincando de un edificio a otro, hasta que logró atrapar a mi pa, y luego ambos cayeron tan solo unos metros frente a mí, en donde ya se encontraban el capitán América, Pseudo-Robin, el doctor Banner, el rubio del martillo y Steve. 


   —¡Papá! —grité, acelerando el paso. Sin duda Steve puso mala cara al verme ahí, pero no dijo nada. Mi pa estaba tendido en el piso, sin la máscara, y parecía estar muerto. Intenté acercarme a él para revisarlo, pero sentí la mano de Steve detenerme. 


   —Peter —me dijo Steve, y no lo soporté más. Comencé a llorar por todo. Sentía mi cuerpo muy sucio y pesado, la sangre de mi cabeza había llegado hasta mi ojo, pintando todo de un color escarlata, y ahora mi pa estaba muerto. 


   El doctor Banner soltó un gruñido tan fuerte y potente que me vi obligado a parar mi llanto a causa del susto, pero eso pareció bastar para que mi pa regresara a la vida, puesto que comenzó a respirar y a mover los ojos nerviosamente, quizá confundido por no estar muerto. 


   —¿Dónde estoy? —preguntó mi pa, completamente agitado—. ¿Qué pasó? —pa paseó la mirada por las caras de todos antes de detenerse en la mía—. ¿Qué hace Peter aquí? 


   —Ganamos —gimió el capitán América, soltando un suspiro de alivio. Creo que aún no podíamos recuperarnos completamente del terror sentido tan solo minutos antes. 


   —Hurra —festejó mi pa, echando la cabeza hacia atrás. Parecía agotado—. ¿Han comido shawarma? Hay una tienda a dos calles de aquí. No sé que sea pero se me antoja. 


   Steve sonrió un poco, quizá aliviado de ver a mi pa vivo y con el sentido del humor intacto. Aunque ellos parecían ser los únicos divertidos, ya que tanto el rubio del martillo, pseudo-Robin, el doctor Banner y yo permanecíamos serios. Sí, habíamos derrotado a los alienígenas y a sus ballenas voladoras, pero faltaba alguien. 


   —Aún no finaliza esto —aclaró el rubio del martillo, haciendo que la sonrisa del capitán y mi pa desapareciera de inmediato. 


   Ahora teníamos que ir a cazar a Loki. 


~°~°~


Fue una sorpresa encontrar a Natasha en la parte superior de la torre, acompañada por el doctor Selvig, que lucía una herida en la cabeza casi tan mala como la mía. Éste saludó a todos como si no se tratara de nada grave y se detuvo a abrazar al rubio del martillo con especial cariño, llamándolo por fin por su nombre—: Thor. 


   Todos entramos a lo que alguna vez había sido nuestra sala, encontrando así a Loki medio moribundo, apenas recuperando la conciencia. Lo rodeamos para que no se escapara, pero también logramos intimidarlo en cuanto abrió los ojos. 


   Estaba completamente golpeado y despeinado, pero aún así tuvo el suficiente valor para sonreírle un poco a mi pa y susurrar—: ¿Sabes? Ahora no me vendría mal un trago. 


~°~°~


Después de encarcelar a Loki con la mejor tecnología que mi pa poseía, llamamos a un médico privado para que fuera a la torre a curar las heridas de todos y también llamamos al restaurante de shawarma del que mi pa había hablado. Todos, a falta de camas, habíamos terminado acostados en el piso, en espera del shawarma o el médico. Lo que llegara primero. 


   Mi pa se acostó a un lado mío y cerró los ojos un par de minutos, en los que su respiración subía y bajaba a una velocidad considerable. 


   —Estás castigado —fue lo primero que me dijo, haciéndome levantar la cabeza tan rápido que el dolor se disparó a toda velocidad—. ¿Qué? ¿Por qué? —pregunté, llevando mis manos a mi cabeza en busca de calmar el dolor. 


   —Corriste a la línea de fuego, y te dijimos que no lo hicieras —aclaró Steve, que estaba sentado a una pequeña distancia de nosotros, quitándose los guantes y las botas. 


   Oh, fantástico. Ahora el capitán América me estaba regañando. 


   —¡Ayudé en la batalla! —me quejé. 


   —Y pudiste haber muerto por eso —habló Natasha, que iba entrando a lo que quedaba de la sala con el doctor Banner, que parecía agotado. 


   —Créeme, niño. El castigo será la menor de tus preocupaciones en cuanto Pepper se entere de esto —me dijo mi pa, sentándose a un lado del capitán América. Ambos se dedicaron una pequeña y casi invisible sonrisa antes de que Clint -pseudo-Robin- entrara a la sala con el médico que nos iba a revisar. 

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