Capítulo XI

— ¿Estás seguro? —Frank se mordió los labios, estaba ya frente a la puerta, pero algo dentro de él le ordenó girarse. Y lo hizo.


Gerard le miraba suplicante, con la piel sonrojada y los carnosos labios brillantes, sus ojos verdes habían adoptado un tono más oscuro, más sexual y una de sus manos paseaba indulgente sobre su abdomen hasta llegar a más abajo del ombligo y quedándose a juguetear con la hebilla del cinturón mientras la otra mano convertía su cabello en una maraña desordenada.


Y Frank no necesito más palabras para quedarse. Con una sonrisa en los labios, pues había espero poco más de una semana para esto; se quitó la camiseta y se zambullo en la cama. Gerard cerró los ojos y sus labios se curvaron en una sonrisa de placer al notar los otros labios recorriendo su torso, hasta llegar a su cuello y luego alojarse en su boca. Haciéndole imaginar las cosas más sucias concebibles.


— ¿Sabes? —Gerard habló de pronto, deteniendo los labios del contrario con su dedo índice y haciendo que le mirara a los ojos— Siempre he sido muy solitario… desde niño siempre ha sido así y… —su voz sonaba como jadeos entrecortados— Tampoco he tenido relaciones formales, solo sexo y… tu eres tan diferente a las personas con las que he estado, olvidas la mierda del dinero y te centras en… el placer y, lo físico —la última palabra fue un gemido saliendo de sus labios y arrojó por la ventana el resto de autocontrol que le quedaba a Frank.


—Yo… —murmuró Frank abandonando su cuello para hablar— También soy un hombre solitario pero… podemos hacernos compañía —alzó una ceja susurrándole lo último al oído, haciéndole estremecer con su aliento caliente.


Frank se sonrió ante esto y volviendo a besarlo en los labios procedió a desnudarlo completamente. La camiseta y los jeans volaron por la habitación al igual que los jeans propios, la ropa interior se perdió entre las sábanas y pronto estuvieron los dos desnudos sobre las sábanas color beige


Frank se quedó de rodillas sobre la cama, admirando las facciones de Gerard, pensando que fácilmente podría quedarse toda la vida mirándole, buscando lunares entre su pálida piel pero… las ganas de hacerlo suyo eran más grandes.


Bajó las manos hasta la cama, dejando que los brazos contrarios se cerraran contra su cuello, rogando sus labios, ahora una de las manos de Frank paseaba perezosamente por la cintura contraria, fragmentando su respiración y la capacidad para decir algo más que monosílabos. Sus labios bajaron ahora al cuello de Frank, lamiendo desde el nacimiento de la oreja hasta llegar a la clavícula.


—Oghm… ¡Frank! —gimió o gritó cuando éste llegó a un punto sobre la clavícula. Tensándose notoriamente cuando los labios contrarios se posaron ahí, pero sonriéndole luego— Lo encontraste —jadeo Gerard haciendo la erección que ahora se frotaba contra su pierna creciera aun más.


Frank se sonrió al escuchar su nombre con ese tono tan sexual, prometiéndose internamente que haría lo posible para que Gerard volviera a nombrarlo de esa manera. Pronto sus labios bajaron por el torso contrario, enviando vibraciones por todas partes.


Se detuvo luego en uno de los pezones de Gerard, apretándolo suavemente con los dientes antes de besarlo, enlazando sus manos alrededor de la cintura de éste y notando como sus gemidos se hacían cada vez más fuertes. Una de las manos contrarias se enredó contra su cabello, jalándolo hacia arriba, succionando una parte del cuello tatuado con fuerzas, decidido a dejar una marca, haciendo jadear a Frank. Perdiéndose en los besos mariposa que el esmeralda dejaba en su cuello, mientras las manos tatuadas dibujaban patrones inexistentes en el torso desnudo. Una de ellas se aventuró un poco más abajo, en la tarea de descubrir la extensión del sexo contrario. Poco a poco comenzó a deslizar su mano sobre toda la extensión, de arriba abajo, dándole ligeros apretones a las bolsas que colgaban bajo él.


— Ugh… Oh Frank… —Gerard se estremeció haciendo que la sonrisa de Frank se ensanchara.


Pero Frank mantuvo su ritmo, haciendo que los nervios del pelinegro se quebraran con cada suave golpe. De pronto, soltó un gruñido, un sonido forzado, como si no pudiese soportar más las ganas. Frank se abalanzó contra la cama, buscando desesperadamente hasta dar con la botellita de lubricante en el cajón de su mesita de noche. Las palabras de Gerard sobre su solitaria existencia le decían entre líneas que llevaba tiempo sin tener sexo.


El castaño se arrodilló triunfal sobre Gerard y éste se volcó en cuatro con una sonrisa lasciva en sus húmedos labios. Antes de que Gerard se volteara Frank elevó una ceja, llamando su atención y quitando la tapita del frasco con los dientes para rociar el contenido sobre sus manos. Frotándose luego las manos con los dedos, escuchando los gemidos del esmeralda apurando su tarea.


— Gerard… —jadeo Frank sin poder evitarlo más, cubriendo tres de sus dedos con parsimonia, buscando la mirada contraria en cada movimiento.


Luego Frank se acercó un poco más hacia Gerard, tomando sus caderas con las manos y notando como éste comenzaba a frotarse contra el miembro erecto del avellana, se mordió los labios cerrando los ojos y sonrió débilmente cuando lo escuchó gemir nuevamente.  Cuando terminó deslizó un primer dedo en su interior, el gesto de Gerard no cambió demasiado así que probó con un segundo, éste se estremeció un poco pero rápidamente retomó el ritmó así que un tercer dedo acompaño a los otros dos. Y un fuerte jadeo se escapó de los labios de Gerard.


Después de unos momentos quitó los dedos para guiar su sexo a la caldeada intimidad. Gerard gimió y su rostro se tornó de un fuerte carmín, reteniendo un grito entre sus labios. Frank empujó lentamente, suavemente, un poco hacia dentro y luego hacia fuera. Después de un rato Gerard había dejado de morderse los labios y ahora estaba jadeando y gimiendo como estrella porno. Frank estaba sin habla, solo gruñidos ahogados salían de sus labios.


Una de las manos de Gerard tomó la contraria, llevándola hacia su sexo, reclamando atención en su intimidad. Frank no resistió más y se corrió en su interior, pero sin abandonar la tarea en el miembro contrario. El líquido perlado chorreaba entre sus cuerpos, bajando hasta los muslos y dejando un rastro brillante tras su camino.


Gerard no aguantó mucho más y terminó por ceder, corriéndose contra su torso y la mano de Frank, quien luego la llevó a sus labios y probó su semilla antes de dejarse caer agotado a su lado.


— Wow… —jadeo Gerard con la voz ronca.


— Sí, Wow —murmuró Frank mirándole de reojo. Al menos no parecía querer partirle la cara por corromperlo, algo así. Esperemos a mañana, se dijo y sonrió.


— Eres… wow… —Gerard sonrió, haciéndole creer a Frank que quizá le había dañado algo en la cabeza o las cuerdas vocales. Y pronto su respiración se acompasó, los ojos avellana miraron por sobre el hombro pero Gerard ya se había dormido. Y ya que estaba en su cama ¿Por qué no dormir ahí?


*


— ¿Buenos días? —Frank frunció el ceño al despertar y ver a Gerard sentado en el borde de la cama. Oh mierda. Pensó.


— Oh, despertaste —se giró a verle con una sonrisa.


¿Estaba sonriendo tan tranquilo? Bien, al menos no quería arrancarle la cabeza por haber aprovecharse de él en su momento de borrachera.


— Así es… —murmuró sin saber bien que decir, apoyando un codo en la cama y notando que ambos seguían desnudos— Y… ¿Qué tal? —agregó en tono casual.


— ¿Qué tal qué? —Gerard se mordió los labios, tragando saliva de manera sonora.


— Que tal… dormiste —sonrió de lado, notando de inmediato que la había cagado.


Gerard se volteó muy rápido, se lanzó contra él y Frank cerró los ojos como reflejo, pero sin saber como sus labios fueron apresados por los contrarios y cerró los ojos disfrutando del contacto. Sus manos se enredaron en el cabello del castaño acercándolo hacía sí, profundizando el beso y haciéndole soltar un gemido ahogado contra sus labios.


Y ¡Oh! Una erección matutina.

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