Capítulo IV

— Vaya, vaya ¡Qué tenemos acá! Tarjeta dorada —Frank sonrió de lado, tomando la maquinita de transabank desde bajo la barra y acercándola a él.


— Así es —murmuró Gerard mordiéndose los labios y mirándolo de reojo— ¿Te sirves algo? —le guiñó un ojo al avellana, quien sonrió de nuevo y se acercó peligrosamente a su rostro.


— Mi horario de trabajo termina en un cuarto de hora, entonces te aceptaré un Ron con coca-cola —murmuró éste, mirando un punto sobre la cabeza de Gerard— Digita tu clave —sonrió luego extendiéndole la pequeña máquina, Gerard digito su clave y luego apretó el botón verde.


— Ya está —anunció.


— Transacción incorrecta, intenta de nuevo —dijo Frank frunciendo el entrecejo, Gerard resopló, nunca le había pasado eso. Quizá se había equivocado en la clave o algo. Lo hizo una vez más. Tampoco funcionó. Otra vez. Error nuevamente.


— ¿Qué pasa con esto? —Gerard hizo notar su enojo.


— No lo sé amigo ¿Estás seguro de que tienes crédito disponible? —Frank dijo enarcando una ceja.


Y todo se volvió obvio.


Su padre había cancelado sus tarjetas ¿Qué más podría haber sido? Tenía unas cinco tarjetas de crédito más en su billetera, pero estaba seguro que se encontraría con lo mismo al intentarlo. ¿Cómo se había atrevido su padre a hacerle tal cosa? Y además, que vergüenza que le hubiese pasado en frente de este muchacho. Se mordió los labios, nervioso. No andaba con nada de efectivo ya que su efectivo eran las tarjetas de crédito.


— Si no tienes dinero, puedo pagarte el vodka ahora y me lo devuelves después —Frank sonrió sincero, el chico de ojos verdes se veía interesante— Igual por mí no hay problemas, las propinas de hoy estuvieron bien.


— No, claro que no ¿Cómo se te ocurre? —Gerard río nervioso, escarbando en su billetera. Rápidamente encontró su tarjeta, la propia, su cuenta corriente y cruzo los dedos por ella— ¿Puedes intentar con ésta? —murmuró algo avergonzado, extendiéndosela.


— Está bien, si no funciona, yo pago —sonrió Frank tomando la tarjeta y deslizándola por la transabank, luego se la extendió para que digitara su clave. Y como si fuese una prueba de destreza nunca antes vista, los ojos de Gerard se iluminaron y el recibo de compra se imprimió— Aquí está amigo —añadió entregándole la tarjeta de crédito y el pequeño recibo.


— Te dije que no te dejaría invitarme —río Gerard recibiendo la tarjeta y guardándola en su billetera para luego depositarla en el bolsillo delantero de su chaqueta— ¿Esto es lo que tengo disponible? —preguntó luego, apuntando unos pequeños números en la parte inferior, Frank asintió con una mueca divertida y Gerard se quedó mirando la barra.


¿Cómo demonios se suponía que iba a sobrevivir TODO un mes con sólo 600 dólares? Era una travesía imposible para él. Él que gastaba esa suma a la semana o en menos tiempo. Él cuyos extraños gustos en comida hacían un monto una o dos veces mayor a eso, en un mes. Él cuya ropa valía mucho más que eso, pero que estaba a kilómetros de ese lugar. En su casa.


—Gerard, ya estamos por cerrar ¿Te importaría ir a dar una vuelta conmigo? Tu escoges donde —sonrió Frank quitándose su pequeño delantal negro.


 Gerard asintió una vez y caminó hacia la salida principal, en menos de cinco minutos Frank estuvo parado a su lado, con una enorme chaqueta sobre su torso y una sonrisa del mismo tamaño en el rostro. Caminaron un par de cuadras hacia el sur y después de unos minutos en incomodo silencio llegaron a un pequeño parque, vacío a esta hora. Se sentaron frente a frente en una de las bancas y se miraron a los ojos unos instantes. Avellana contra verde.


— Y bien, háblame de ti, Gerard —sonrió Frank encendiendo un cigarrillo y ofreciéndole desde la cajetilla, Gerard negó y comenzó a hablar.


— Me llamo Gerard —Frank hizo una mueca— Gerard Way y vengo desde Nueva York a probar suerte.


— Espera un momento ¿En que cabeza cabe el venir de la ciudad de las oportunidades hasta el excusado de las mismas, a probar suerte? —bromeo Frank, ladeando la cabeza.


— Pues en la mía —Gerard le copio el gesto— Estaba harto de mi vida allá —suspiró.


— Una buena vida, según veo —Frank murmuró.


— ¿Por qué lo dices?


— Pues para empezar por tus gustos en el alcohol, por tu ropa, por tus modales y gestos al hablar, por tus tarjetas de créditos y por la mueca de terror que hiciste al ver que tenías 600 dólares disponibles en tu tarjeta bancaria —Frank habló, los ojos de Gerard estaban pegados en sus labios.


—Buena conjetura, Sherlock —bromeo Gerard— Y acertaste ¿Pero sabes? Odio las responsabilidades que el dinero conlleva, esta es mi primera noche fuera de casa desde que regresé de Grecia —Frank hizo una mueca— Y quiero probar suerte, quiero ver que puedo hacer por mi mismo.


— Comprendo, yo me fui de casa hace un año aproximadamente, estoy probando suerte en la música —sonrió él orgulloso— Y bien ¿Dónde te estás quedando?


— Aun no lo sé, pero estoy seguro de que con 600 dólares no haré mucho —hizo una mueca de preocupación, desviando la mirada.


— Gerard, querido amigo déjame decirte que este es tu día de suerte, 600 dólares es justo lo que cobro para la otra habitación de mi departamento —dijo con aire suficiente y a Gerard se le iluminaron los ojos.


— ¿Estás hablando en serio? Eres genial —sonrió tomándole una mano— Muchas gracias.


— Hey, Hey que fácil de embaucar eres amigo, por tu bien será mejor que no te despegues de mi —sonrió  divertido— Con ese dinero aquí, tienes para vivir tranquilo unos cuatro meses, al menos con estos precios y si quieres, puedes venirte a vivir conmigo, estoy sólo y como te dije tengo ese cuarto disponible.


— Gracias a Dios me crucé contigo —Gerard suspiró aliviado— Muchas gracias, de verdad muchas gracias, no te arrepentirás —agregó sonriendo.


— Estoy seguro de que eso no pasará —murmuró Frank para sí.


 Sonriéndole enormemente a Gerard, para luego levantarse del banquito y comenzar a caminar junto a este hacia el pequeño departamento. No tenía para que decir, al menos no por ahora que no había un cuarto libre. Que era un departamento con una habitación. Pronto se daría cuenta. Sonrió guiándole por uno de los callejones hasta llegar al edificio.

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