Capitulo 2: Abrazo de condolencia.

Luego de hablar dos semanas y media, él la invitó a tomar un café en su casa, todo estaba bien, relajado, hacían bromas y se reían como si nada pasara, pero así era, nada estaba pasando hasta ahora. Luego de una conversación divertida y llena de bromas y varios cafés tomados como si fueran agua, empezaron a abrazarse, pues él había tenido una pérdida importante en su familia unos días antes de tan dichosa y jocosa reunión, y todo se descontroló, como un barco que se hundía de a pocos porque tenía un agujero por debajo, como una puñalada en el cuello que hacía que se desangrara tortuosamente mientras se quedaba sin respiración. Él le pidió que le diera un abrazo, después de todo, no remediaría su gran e intenso dolor, pero ayudaría a calmarse por un tiempo no muy corto. Lo pidió así, como si se estuviera muriendo de sed y le pidiera al cantinero una cerveza helada, repentino, franco, honestamente muy despiadado. Ella no se negó, pues sabía de esa pérdida tan dañina y dura por la que él pasaba, así que así fue, apartaron las tazas con café hasta la mitad de la mesa y así, sin más, en el medio de la sala, se abrazaron, fue muy caluroso el abrazo; como si se pusieran un abrigo de piel cada uno, él casi llora, pero se contuvo porque quería tener la situación controlada. Cuando aquel abrazo terminó, él y ella sintieron paz, un silencio hermoso, un frío muy fresco y calmado, después se quedaron mirando por unos segundos y la presión no se contuvo, él se acercó muy cautelosamente a los labios de ella, y ella, sin pensarlo demasiado, también se acercó, sus labios se juntaron como se juntó alguna vez lejana la tierra, era una Pangea humana formada con los labios de aquellas dos almas, un lapso de tiempo corto que él quería repetir en loop, luego los deseos de aquel hombre se cumplieron, ella lo besaba de forma más continua, lenta y prolongada, y él dejó de pensar en toda la mierda mala que tenía en mente, y sólo pensó en algo que podía hacerlo feliz, estar con ella.



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