Quería algo bonito, duradero y dentro de lo posible, también transparente, pues después de mucho tiempo mintiéndose y fingiendo ser feliz no quería que alguien más le mintiera o le fuera infiel. Pero era difícil encontrar oro mientras buscaba en charcos de mierda, hasta que encontró indicios de algo que si él quería, podría funcionar de cualquier manera, no sería efímero sino más bien un amor inseparable e inmarcesible, lo justo para que esas dos almas rotas y consumidas por el odio común del mundo pudieran unirse y llegar a donde quisieran. Era casi imposible, pero lo logró y como siempre, por poco lo ignora; porque justamente sabia lo imposible que era encontrar a una persona que valiera la pena, hasta que la encontró a ella, imperfectamente perfecta, caóticamente bella, honestamente imposible de encontrar por error. Nunca tuvieron la oportunidad de hablar, al menos abiertamente, jamás pasaron de un "hola" o "permiso, voy a pasar" hasta que llego un día, cálido, un sábado del que no se esperaba nada, simplemente que pasara lo que tuviera que pasar. Y todo lo que tenía que suceder, se dio, ese día tuvieron la oportunidad más privadamente, y simplemente sucedió, luego de una conversación en la tarde de un sábado soleado. El y ella tuvieron un contacto muy bueno y siguieron hablando por algunos días más. Después de unas semanas hablando se reveló el secreto de él hacia ella y, afortunadamente, el sentimiento fue mutuo, luego empezaron a darse cuenta de que tenían bastante en común, más de lo que pensaron tener alguna vez.