Capítulo 5

Luego de que Damián se haya retirado no pasó mucho tiempo para que Edric se sentara en la proa del barco, cumpliendo con el deber que tenía, pero descansando de cierta manera. La mayoría de los demás miembros de la tripulación se fueron a dormir hasta tarde en la noche, un par de horas pasadas las 12. Damián no podía dormir, en el camarote común, escuchando los ronquidos de los demás sobre sus hamacas, la emoción y la incertidumbre le aceleraban el corazón en igual medida. Pensamientos fugaces le cruzaban la mente, se preguntaba cómo estarían sus padres o un buen amigo que hizo en el puerto de España y le había ayudado a encontrar trabajo en el barco del que terminaría saltando, también se preguntaba si es que sería capaz de quedarse abordo; prefirió no pensar demasiado en eso y en su lugar se permitió imaginar qué armas aprendería a usar, amaba la idea de usar una espada, luchar con dagas y disparar un arma por primera vez.

El castaño cayó en los brazos de Morfeo hasta el amanecer, cuando con los primeros rayos de sol se asomaban desde el agua y reflejaban tanto en esta como en las nubes varios colores anaranjados y rojizos, con uno que otro tono rosáceo en las nubes, todo contrastando con los característicos azules del mar y cielo. Las mejillas de Damián también tenían aquellos leves tonos rosados, el frio había hecho que la sangre circulara más por la superficie de su piel en busca de mantener calor.

Mientras se enderezaba podía ver a los demás, mientras que varios ya estaban casi listos para subir a cubierta, había otros que apenas estaban despertando, como él. Cuando sus pies tocaron la madera helada sintió como un escalofrió subía hasta su nuca, ahuyentando el resto del sueño que estaba sobre su cuerpo; para remediar la sensación helada en la planta de sus pies se apresuró a ponerse las botas que llevó desde el día anterior.

Al subir a cubierta pudo darse cuenta que la madera había atrapado un poco de calor en los camarotes, y seguramente otras partes del interior, de alguna u otra manera a diferencia del barco del que venía. La brisa que por ratos lo había aliviado del calor ahora lo tiene temblando y maldiciendo tener que cambiar de temperaturas de esa manera. Aun así, las necesidades del barco debían ser atendidas y para sorpresa de nadie le tocó al recién llegado la tarea que nadie quería, trapear el piso, que, aunque fácil la mayoría del tiempo, era durante la mañana que era difícil soportar por tener que escurrir constantemente el agua del trapeador y sentir las manos al borde de congelarse.

Sonidos quejumbrosos se escapaban de los labios del joven mientras trapeaba con el ceño fruncido y manos con dedos rojizos y palma pálida que apenas sentía sostener el trapeador para que no se le resbalara. Apenas terminó se apresuró a ir bajo cubierta,  frotando sus manos juntas para crear un poco de calor, seguía su camino a la cocina para ver si ya estaba listo el desayuno hasta que escuchó una puerta detrás de él abrirse y luego cerrarse, al voltear se dio cuenta que era el capitán saliendo de lo que parecía ser una bodega cualquiera.

– ¿Qué haces aquí? – Preguntó directo. Apenas ahora fue que Damián se dio cuenta que Edric se estaba guardando algo en el bolsillo.

– Pasaba, acabo de terminar de trapear cubierta – Se exaltó por un momento justo después de hablar, al ver que Edric se le acercaba, pasó otra vez de sentir como tocaba sus manos, apenas un roce en el que era notable la diferencia de temperaturas y era tan agradable, pero era lo suficiente repentino para provocar esa reacción.

– Estás helado, me imagino que el agua estaba peor – Su pregunta fue respondida rápidamente con el contrario asintiendo tan pronto como entendió sus palabras – deberías ponerte un abrigo, sería un inconveniente que te enfermaras. Sígueme.

Dichas órdenes fueron acatadas de inmediato una vez el capitán empezó a caminar, a su paso, característicamente veloz, llegaron al camarote de Edric en el que este entró sin antes decirle a Damián en voz baja que esperase afuera. Tuvo que buscar un poco antes de toparse con lo que buscaba, un abrigo sencillo, color esmeralda. Al salir y toparse con el castaño no esperó en pasárselo.

– Abrígate – Tampoco esperó mucho antes de que Damián se pusiera el abrigo, feliz de sentir un poco más de calor.

– Gracias – Le regaló a Edric una sonrisa sincera – Por un momento sentí que se me caerían los dedos 

.El contrario rio ante este comentario y empezó a caminar en dirección a la cocina, Damián siguiéndole de cerca, logrando ver que sobresalía algo de su bolsillo y supuso que era lo que había metido ahí cuando le vio salir de aquella habitación casi aleatoria, aunque desde su punto de vista solo se veía como papel, no se veía nada escrito o una mancha de tinta como mínimo. Parecía simple papel, demasiado delgado como para poder escribir algo incluso.

No les tomó demasiado llegar al comedor, igual que en la noche, todos estaban ahí, hablando, jugando, descansando. Solo que a esta hora nadie estaba bebiendo alcohol o si lo estaban haciendo, era mucho más sutil y en menor cantidad. Unos pocos saludaron a ambos al llegar, era lindo escuchar los buenos días entre un ambiente tan animado.

Damián no sabía exactamente que hacer por lo que se fue a sentar rápidamente mientras veía que Edric iba a hablar con el cocinero. Le distrajeron los que estaban cerca de donde se sentó con simple charla, algunos estaban curiosos del abrigo, lo que fue rápidamente explicado, otros solo estaban jugando de que seguramente estaba con frío y hambre. Entre esta conversación es que el castaño se enteró de que al haberse tardado tanto los demás ya habían desayunado; no pudo hacer más que reírse un poco de la situación y levantarse por comida, entrando en la plática que ya había terminado entre el cocinero y el capitán pero llegando justo a tiempo para recibir un plato de comida de parte de Edric, era arroz y algunos otros ingredientes mezclados, verduras y por suerte carne también; Edric no dijo nada más y se fue del comedor, dejando a Damián perplejo pero agradeciendo el desayuno al cocinero.

Al volver a sentarse se metió un poco en lo que hablaban los demás, pero tampoco es que realmente los estaba escuchando, de hecho, prefirió hacer una pregunta por su cuenta y cambiar el tema.

– ¿No creen que el capitán parecía un poco enojado cuando se fue? – Preguntó antes de meterse otra cucharada de comida a la boca.

– Puede ser, aunque más bien creo que solo estaba cansado. – Respondió uno de los hombres sentados a esa mesa, Edd, como se había presentado la noche anterior.

– ¿Cansado? ¿El capitán no durmió? – Damián tenía que admitir que ese hecho lo preocupaba tanto como le intrigaba, él nunca había podido quedarse despierto por decisión propia por varias horas, aún menos por toda la noche.

– Si, supongo que es un mal hábito. – El mismo hombre había respondido.

– Creo que lo hace cuando tiene insomnio, no sé quién dijo algo sobre eso. – Lean, otro más en la mesa, entró a la conversación. – ¿Pero por qué la pregunta en primer lugar?

– Nada, solo que si parecía molesto. – Damián estaba a punto de comer otra cucharada de su plato hasta que se acordó de lo que habló con Edric la noche anterior – Por cierto, ¿Pueden enseñarme a usar armas? 

Varias exclamaciones como "¿En qué estabas pensando cuando llegaste?" y "¿Cómo que no saber usar nada?" abrieron paso a varias risas, todo hizo que Damián se encogiera de hombros y agachara la mirada hasta que una pregunta en específico lo distrajo "¿Hay por lo menos una que si sepas usar?" a lo que Damián levantó los puños y desató otra ronda de risas que terminaron por completo de pisotear su orgullo.

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